El territorio extremeño depara muchas sorpresas cuando se tiene la curiosidad de conocerlo. Si Mérida es universalmente conocida por su historia romana que queda plasmada en su legado patrimonial para disfrute de cuantos se acercan a ella, los vestigios romanos se encuentran en otros puntos de la geografía extremeña.
La visita que ahora me propongo realizar es a Cáparra, un asentamiento arqueológico ubicado entre los términos municipales de Guijo de Granadilla y Oliva de Plasencia, en la provincia de Cáceres, en un espacio ligeramente elevado sobre el río Ambroz, en la dehesa de Casa Blanca, próximo a la carretera que une la N-630 con el embalse de Gabriel y Galán. Está emplazada en un territorio muy escaso en núcleos urbanos de época romana.
Ya leía antes de desplazarme a este lugar que la investigación arqueológica que se ha venido realizando considera a Cáparra como uno de los núcleos urbanos más importantes de la región de la época romana. En la información que se suministra en el lugar se alude a que su nombre no tiene un origen latino, y que posiblemente se tomara de alguno de los pueblos prerromanos que habitaron su territorio antes de la conquista romana. Algunas fuentes mencionan una Kaparra vetona y una Kapasa lusitana.
Se convirtió en municipio de Roma en época de Tito Flavio Sabino Vespasiano, a finales del siglo I. En concreto, en el año 74 d.C. Vespasiano le otorga el estatus de municipium, con lo que sus habitantes pasaban a ser ciudadanos romanos. Supuso el inicio de un proceso de romanización que tuvo sus orígenes en razones comerciales y militares, por estar asentada en un lugar estratégico, pero que afectó más tarde a todos los ámbitos de la vida y la cultura de esta comunidad. En época de Augusto, Cáparra aparece ligada íntimamente a la vía que unía la capital de la Lusitaria, Emerita Augusta, con el Norte peninsular, Asturica (Astorga), apareciendo como mansio (parada caminera) de la Vía de la Plata.
Las posadas para descanso se situaban en la Vía de la Plata a tramos equidistantes de 20 kilómetros como promedio. Así, Cáparra se convierte en la quinta desde Augusta Emerita tras ad Sorores, Castra Caecilla, Turmulos y Rusticiana. La Vía de la Plata constituye en Cáparra el eje generador de todo su urbanismo, cruza la ciudad de Oeste a Noreste, convirtiéndose en decumanus maximus, a partir del cual se desarrolla el resto del trazado de la ciudad.
También se dispone de información relativa a una segunda calzada que tuvo su paso por la ciudad. Se trata de una vía secundaria que enlazaría Cáparra con la vía del Valle del Jerte a través de la Trasierra o Sierra de Hervás cruzando por el puerto de San Gamello, una vez pasada Plasencia.
Pasada una época que podría considerarse de apogeo (siglos I-III), las centurias bajoimperiales marcan la decadencia con la pérdida de las fórmulas municipales, del mismo modo que sucede con buena parte de las ciudades de Hispania en el período. A partir del siglo V d.C. se inicia un proceso lento y prolongado en que la ciudad empieza a despoblarse, acentuándose el abandono a partir de la invasión musulmana, y posteriormente no llegó a repoblarse una vez que el territorio fuera conquistado por los reinos cristianos. Sólo por su posición estratégica al pie de la Vía hizo que se asentaran una serie de posadas destinadas a dar servicio a los caminantes, conocidas como las “Vetas de Cáparra”, que existieron hasta inicios del siglo XIX.
Entre los años 1929 y 2001 se vinieron realizando intervenciones arqueológicas en el solar caparense y actualmente cuenta con aparcamiento, zona de recepción de visitantes y área de descanso. En la visita podemos advertir los elementos básicos que estructuraban el entorno y que da rienda suelta a la mente para imaginar lo que pudiera haber sido en su momento.
En el centro de interpretación que dispone se puede profundizar de manera didáctica en el conocimiento de Cáparra dentro de su contexto histórico, arqueológico y geográfico, con el apoyo de paneles explicativos, reproducciones de piezas arqueológicas, una gran maqueta y un audiovisual que nos guiará en un recorrido virtual por la ciudad tal y como fue en el momento de su máximo esplendor.
Pero adentrémonos en el terreno para poner nuestra huella donde tantos antes lo hicieran. Visitamos un asentamiento cuyas dimensiones rondan las 12 hectáreas, aunque su muralla abraza un territorio mayor, de aproximadamente 16 hectáreas. Con perímetro irregular adaptado a la topografía del terreno.
La imponente muralla estaba dotada de cuatro puertas flanqueadas por torres redondas: una situada al Sur, otra en la salida Norte, otra al Sureste, cuya traza y disposición ha sido documentada arqueológicamente y puede contemplarse en la visita, y otra dirección al río.

Efectivamente, la puerta sureste es la mejor conocida por haber sido excavada totalmente. Su anchura de más de 4 metros queda flanqueada por dos poderosos bastiones defensivos semicirculares, adosados a la parte exterior de la muralla, de los que el izquierdo es el que mejor se conserva. El acceso se realiza a través de un pavimento de losas de granito que anteceden al umbral en el que se aprecian las hendiduras destinadas a acoger la puerta de cierre. Esta puerta de madera, reforzada con una verja de hierro, era de doble hoja y se cerraba de dentro a fuera.
La muralla se construyó con piedras de granito trabadas con barro en las caras exteriores, mientras que en el interior se rellenaba con grandes cantidades de tierra y piedra. La anchura media de la base es de 3,20 metros y la altura debió superar los 4 metros.
En el centro de la ciudad, sobre la alzada, se erige como referente y emblema el tetrápilo, verdadero icono urbano y representación monumental del asentamiento. Se trata de un arco cuadriforme, que se ve bordeada por el Foro y los baños públicos y otros monumentos principales. Es más que probable que en él confluyeran las dos calles principales: el Cardo y el Decumano.
De los cuatro frentes del mismo, los más significativos son los que se abren hacia la calzada, conservándose en la fachada principal vestigios de podios destinados a acoger inscripciones y esculturas. En el pilar de la derecha del frente sur del monumento se alude a “Marcus Fidius Macer”, a un nuevo “Fidius Macer”, así como a “Bolosea”, hija de “Pellus”, su mujer. Se da a entender que este “Fidius Macer” fue la persona que mandó erigir el arco cumpliendo de este modo el testamento de sus padres. En cuanto a la fecha de su erección, se le sitúa en la época Flavia, a finales del siglo I.
Tiene unas medidas en su planta de 8,60 por 7,35 metros, calculándosele una altura de 13,30 metros en su estado originario. El monumento se eleva sobre cuaro pilares que soportan cuatro arcos de medio punto adornados con una arquivolta o moldura que envuelve el tradós. Los frontales norte y sur disponen de dos pedestales adosados sobre los que se colocarían esculturas representativas de las parejas citadas en las inscripciones. Se dice que, con apoyo en la presentación que hace García Bellidos en la reconstrucción ideal del arco, se encaramaran retratos ecuestres en los pedestales del norte.

Al Noroeste del arco se abre una fachada de triple vano cuya puerta central está en el eje del arco y que da acceso al foro administrativo, prácticamente excavado en su totalidad. El Foro era el espacio principal de la ciudad; se accedía desde el exterior a través de tres puertas abiertas en un alto muro paralelo al decamanus. La planta es rectangular y en el centro presenta una plaza de 66 x 31 metros originariamente enlosada y rodeada de los principales edificios públicos.
A la izquierda, la basílica. En realidad se trataba de un pórtico continuo de 8 metros de anchura con 16 columnas, de las cuales aún pueden verse restos, así como del bordillo que discurría delante de esta columnata. Al fondo se situaba un pequeño templete (aediculo tribunal) donde se impartía justicia.
A la derecha, la curia. Se trataba de un edificio cerrado que tuvo, en principio, la misma anchura que la basílica y que posteriores modificaciones ensancharon hasta los 12 metros actuales. En la zona más próxima, a la derecha, pueden verse restos de muros de cimentación que fueron construidos para contrarrestar las presiones que ejercía en esta zona el desnivel del terreno.
Al fondo, tres templos también de 8 metros de anchura unidos por un pequeño muro simbólico, ocupaban todo el ancho de la plaza y sus puertas coincidían con las tres del Foro. De ellos aún pueden verse restos de los cimientos y la plataforma delantera que presentaba el situado más a la derecha.
En el interior del foro se han excavado tres edificios así como gran parte de la plaza, un aedes y una zona porticada, que posiblemente se trate de una basílica. El más importante de los tres edificios excavados en el foro es el conocido como “templo de Júpiter”, que está situado en uno de sus extremos.

En el lado Norte puede advertirse la existencia de grandes casas, domus, mientras que al Oeste del foro se disponen pequeñas estructuras murarias asociadas a viviendas de menores dimensiones. Frente al área forense existe uan conjunto doméstico de gran interés en el que numerosas casas de reducidas dimensiones ocupan la manzana excavada entre las calles principales.
También frente al foro, pero al lado opuesto del kardo máximo, se ubican unas termas públicas, de gran interés, que se encuentran excavadas en su totalidad. El edificio consta de vestuario (apodyterium), palestra, figidarium (habitación fría), tepidarium (habitación templada), caldarium (estancia caliente), natatio (piscina), tres cámaras de fuego para generar el sistema de calefacción de la terma, así como estancias auxiliares tanto para los usuarios del edificio como para las personas encargadas del mantenimiento de éste.
Este complejo termal no fue construido con la fundación de la urbe, sino tiempo después, posiblemente durante el período en que la ciudad alcanza su máximo apogeo vinculado a su cambio de estatus, siendo dotada de elementos distintivos, tanto de ornato público como funcionales.
Cabe destacar la existencia de una estructura situada en el punto más elevado de Cáparra y que puede ponerse en relación con un castellum aquae que recogería el aporte de agua de un acueducto, hoy perdido, que entraba en la ciudad por su lado oriental y del que tan sólo se posee un importante testimonio epigráfico.
Extramuros se encuentra el único edificio destinado a espectáculos conservado. Se trata de un anfiteatro de planta elíptica situado en la zona Suroriental.
Se construyó fuera del recinto urbano a finales del siglo I d. coincidiendo con la monumentalidad de la ciudad. El graderío, completamente de madera, iba colocado sobre el terraplén de tierra que se ve actualmente y que para ser más resistente se reforzó interior y exteriormente con un doble muro de piedra. El muro interior hacía las veces de pódium separando la gradería de la arena, donde tenían lugar los espectáculos.
Esta arquitectura un tanto efímera y poco robusta caracterizó a los antiteatros de ciudades de tamaño medio.

La relevancia del lugar se ha puesto de manifiesto aún más desde que se ha anunciado el 63 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, que incorpora como novedad del ciclo la incorporación como escenario a la ciudad romana de Cáparra.