No es la primera vez que por estas fechas me pongo a escribir para sacar de dentro lo que me produce el momento, recordando el tiempo pasado y la cercana presencia espiritual de quienes tanto dieron en su momento por brindarnos instantes inolvidables y que, ahora, por desgracia, faltan a la cita.
Aun cuando puedo compartir mucho de los que ven este período como de consumo desorbitado y que cuando escuchan las consabidas palabras de paz, amor, y solidaridad se enojan por parecer que es mera palabrería, como si fuera éste el único momento en que se ablanda el corazón para propiciar ayudas por doquier, olvidando el resto del año para mantener viva la llama de la humanidad, no por ello me gustaría tirar por tierra un período en el que, afortunadamente, todavía parece que el ser humano tiene algo dentro como para sacar una lágrima que recorre la mejilla, felicitar al que tiene al lado, recordar a personas que padecen, y considerar que el mundo es enorme y con dificultades extremas en muchos lugares del planeta. Sea por ello que bendigo la Navidad, por propiciar un momento en el que paramos y miramos alrededor. Y para ello, cualquier tiempo es bueno.
Desde lo emotivo que supone la cantidad de grupos de amigos, asociaciones y corales que se hacen presentes en las calles, iglesias y lugares públicos para deleitarnos con los villancicos que llaman a la navidad, alegrando a los ciudadanos que por momentos se olvidan de la monótona rutina cotidiana para contemplar la belleza de la vida, también puede contemplarse otro hermoso paisaje. Ese que ofrece el aumento de las personas que voluntariamente y con plenitud de deseo por ayudar al prójimo, se ven en lugares recogiendo alimentos, plantear rastrillos solidarios y, en definitiva, brindar su tiempo para que, haciendo cuanto se pueda y con lo que se recaude, mantener la esperanza de proteger y facilitar las necesidades más básicas que tiene un ser humano. Para que, ahora que los más afortunados acumulan productos navideños y se quiebran la cabeza por ver si encaja mejor el besugo, el pavo, el cochinillo o el marisco en los días más señalados, y que no se cesa de celebraciones en las proliferas comidas de amigos, compañeros, asociaciones, grupos, etcétera, también puedan cuidar la despensa y el corazón de los que este período no sirve para otra cosa sino para acentuar todavía más la desventura que puede acompañarlos.
Me sorprendía escuchar a colaboradores voluntarios los objetivos que cubre la campaña navideña con una recaudación que puede considerarse irrisoria para el nivel de vida que estamos acostumbrados a tener por estos lares. Y ello porque en el tercer mundo se multiplica sobremanera el valor, máxime cuando se busca eliminar intermediarios para que el dinero llegue directamente al lugar donde existe la necesidad, permitiendo que se cubran ayudas para guarderías infantiles, colegios y talleres que permitan el aprendizaje de medios que hagan posible la supervivencia. Resulta encomiable, cuanto menos, esta vocación de ayuda que esperan ansiosos los de allá. Bendita gente que saca fuerzas para pensar y actuar en favor de los demás.
El momento también presenta contrastes que no pueden olvidarse si, afortunadamente, no nos vemos inmersos en el polo negativo que supone la enfermedad. Esa que corroe a personas y que hace padecer a familias enteras. Personas que por el amor que tienen dentro de sí pretenden en estos días sacar fuerzas de flaqueza para no enturbiar la alegría de los que tienen alrededor. Cuando no se ven impedidos incluso de estar en sus hogares. Para todos ellos la Navidad no pasa desapercibida, aunque no puedan disfrutarla. Gracias a esas otras personas que por obligación profesional o por voluntariados deseos de ayudar al prójimo, se favorece el instante, permitiendo que el corazón sienta el alivio de no verse solo.
Momentos también para que quienes acostumbran a fastidiar la convivencia, se tomen un descanso. Aun cuando pueda resultar imposible, ojalá la Navidad envolviera el turbio cerebro para conminarles a que vean que quienes tienen enfrente no son obstáculos a derribar sino seres humanos deseosos de vivir la vida, con amor y en paz.
Gracias, pues, al momento. Porque la Navidad me infunde esa sensibilidad que considero precisa y necesaria para valorar y respetar aún más al ser humano.
Hola Luciano, subscribo tus palabras, es cierto, también veo en la Navidad fechas de un consumo fuera de lo normal pero su lado humano es algo que no hemos de olvidar.
Si actuamos en consecuencia de aquello que supone cuanto al Amor a los demás, si buscamos lo que un día aprendimos es Nochebuena y damos un poco más de nosotros que el día a día, la Navidad será feliz para toda la humanidad.
Feliz Navidad y abrazo, otro más fuerte si cabe, para Isabel.
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Muchas gracias por tu comentario. Feliz Navidad.
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