Arquitectura palaciega badajocense

        A diferencia de lo que ocurre en otras localidades cercanas, cuando recorres la ciudad de Badajoz buscando palacios o grandes casas solariegas que pudieran remontarnos a un próximo pasado, adviertes que son pocos los elementos que con estas características podamos encontrar. Contrasta así con los numerosos acontecimientos que la historia nos brinda de esta localidad, por lo que la interrogante surge de inmediato: ¿qué ha podido ocurrir para que este sea el resultado? Merece la oportuna reflexión y, con ello, aludir a alguno de los palacios del interior de la Alcazaba, que hoy florecen por haberse recuperado -aunque sea parcialmente- para beneficio de la ciudad y de cuantos la visitan.

        Intento conocer lo ocurrido, y por los relatos históricos y documentación que consulto puedo deducir que esta escasez muestra a las claras lo excepcional del asentamiento de la nobleza en la ciudad, teniendo por causa el peligro que pudiera suponer para sus propiedades la confluencia en este lugar, próximo a Portugal, de una asidua conflictividad bélica. De ahí que, en su caso, las edificaciones existentes fueran o estuvieran casi todas relacionadas con actividades y personalidades castrenses, y con un marcado aspecto fortificado. Y, además, no todas ellas sobrevivieron a los infortunios de las guerras acaecidas y a la mano del hombre, a veces tan devastadora o más que la primera cuando se trata de expoliar el patrimonio histórico.

          Paseo ahora por el casco antiguo de la ciudad para llegar a la Plaza Alta, y a través de la puerta del Capitel introducirme en la bella Alcazaba. De inmediato, la mirada no puede evadir la presencia del palacio que hoy, ya remodelado, alberga el Museo Arqueológico Provincial. Enclavado por ello en lo alto de la ciudad, en el lado noroeste de la ovoidal alcazaba, en el camino que unía la puerta del Capitel, parte oeste, con la puerta del Alpéndiz, flanco este. Un palacio que, según la fuente que pueda consultarse recibe nombres diversos, distintivo de las familias y títulos nobiliarios que se decía tenían los que la ocuparon a lo largo de la historia: Condes de la Roca, Duques de Feria, o Suárez de Figueroa. Pero recientes estudios denotan que ha existido una generalizada confusión historiográfica, que ahora parece esclarecerse tras la aparición de documentación relevante y que son los que me sirven como referencia.

           En la secuencia de quienes han ocupado este emblemático edificio puede decirse que la casa fuerte medieval originaria fue edificada por Bartolomé Sánchez de Badajoz (alcalde mayor de Badajoz en 1434, señor de las dehesas de Jimonete y Fuente Domendo) y su esposa Elvira de Aguilar, entre finales del siglo XIV y principios del XV, «de fábrica majestuosa, cuya puerta guardan dos muy altas torres de fuerte cantería, y tiene otra [torre] de tres esquinas a las espaldas, con un escudo de cal raspada con tres barbas, que parece son las de Barbuda; y en los arcos del patio se ven muchos escudos con las armas de Córdoba, Aguilar, Figueroa...», para pasar más tarde a configurarse como casa palacio, siendo residencia de Isabel de Aguilar y Figueroa, que llevara a cabo la posible anexión de algunas de las construcciones circundantes y la realización de un gran arco de la fachada principal (1532-1587), para ser adquirido posteriormente por el licenciado y regidor Juan Rodríguez de Mora, quien lo vinculó en el Mayorazgo de los Fresnos.

        Durante la guerra de Restauración de Portugal (1640-1668), en los enconados enfrentamientos armados entre el Reino de Portugal y la Monarquía hispánica, la casa se habilitó como almacén de artillería, un uso que se mantendría hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando pasó a utilizarse como cuartel de infantería, junto a las casas vecinas a instancias del VII Conde de la Roca, coronel del Regimiento de Extremadura y gobernador militar de la plaza de Badajoz. Los Condes de la Roca utilizaron así esta vivienda por su condición militar.

          En 1777 se permitió que la sala alta de la casa de los Condes de la Roca fuera preparada para alojar a la hermana de Carlos III, la reina Mariana Victoria de Borbón, viuda de José I de Portugal, a su paso por Badajoz.

           La guerra de la Independencia hizo mella en este entorno. Los bombardeos del ejército británico durante los sitios de 1811 afectaron al recinto del castillo y a sus edificios que ya eran todos militares. El que nos ocupa ahora sufrió grandes desperfectos, del que pudieran salvarse tan solo algunos de sus muros y bóvedas.

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          Luego, en una buena parte del siglo XIX, sin llegar a una reparación que le sacara de su estado de ruina, se acondicionaron estos espacios como prisión militar. Pasó después a propiedad municipal en 1933. Tuvo que pasar tiempo para que, siendo declarado Monumento Histórico-Artístico el 1 de marzo de 1962, se aprobara un proyecto en 1971 con la intención de reconvertir el palacio en museo, presentado por los arquitectos José Menéndez Pidal y Manuel Cuadrado Isasa. Supuso que, tras la profunda restauración producida, el edificio se acondicionara para ubicar el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, que fue inaugurado en el año 1989.

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        El resultado de la reconstrucción y recuperación del palacio, que puede ahora advertirse, es el de mantener la presencia de las casas-fuertes medievales al contar con elementos defensivos y un acceso indirecto. Es de estilo renacentista con gran influencia del mudéjar, ya tardío, como demuestran las ventanas en alfiz. Está construido en mampostería de piedra, aunque con empleo igualmente del ladrillo –sobre todo en ventanas- y sillares de refuerzo en las esquinas.

          Una bella fuente preside la plaza que antecede al Museo, rodeada de un reloj de sol.

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        El palacio tiene una torre en cada uno de los ángulos del irregular cuadrilátero y un patio central, con un precioso claustro de estilo mudéjar, de dos plantas que responde en parte a lo que debió ser la obra original (por aquello de que sobreviviera un pequeño testigo de cómo serían los arcos en el ángulo suroeste).

         El edificio es de planta trapezoidal, y la fachada principal presenta una portada de arco conopial sobre la que se desarrolla un gran arco rebajado de doble rosca con balcón corrido. Encima de la puerta principal se ha incorporado el escudo de la familia de los Condes de la Roca. Curioso es encontrar en la fachada, camuflados, algunos esgrafiados, de los que en la actualidad solo se conserva uno que representa a un dragón tragándose a un hombre del que sólo se ve parte del cuerpo y las piernas, situado en la venta del primer piso de la parte izquierda de la torre. El visitante ya tiene un motivo para recorrer con su mirada esta parte del edificio para intentar encontrar el elemento decorativo.

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       El recinto del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz cuenta con una valiosa colección, formada por más de 22.000 piezas.

         La exposición se organiza siguiendo una secuencia cronológica de la evolución de las culturas asentadas en el territorio de la provincia de Badajoz, y discurre de arriba abajo, de modo que en las tres salas de la planta alta se encuentran las referidas al Medio-Físico, Prehistoria y Protohistoria. En las crujías superiores del patio se expone la mayor colección de Estelas de Guerrero existente del suroeste peninsular del Bronce final. El primer piso incluye las salas de Roma y Medieval-cristiano. Para descender a la planta baja en la que se distribuyen las piezas del período Tardorromano, Visigodo (donde se expone una de las mejores colecciones de piezas arquitectónicas decoradas de los siglos VI-VII d.C.), e Islam. Ya en el patio y en el vestíbulo de entrada se divisan esculturas y un mosaico romanos.

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         Cuenta además con la mejor biblioteca de arqueología de la región, con más de 5.000 volúmenes.

           Muy próxima a este palacio, en sus traseras, se divisa una torre recientemente restaurada, la Torre de los Acevedo, que durante un tiempo llegó a confundirse con su pertenencia a la sede episcopal hasta el punto de que se denominaba Torre del Obispo. Eliminada esta vinculación, la torre es en realidad los únicos restos que hoy día pueden advertirse de una casa fuerte, con esa simbología propia de la época (siglos XIV-XVII) en los que los señores feudales de Badajoz protegían sus casas como si de verdaderas fortalezas se tratara, por aquello de encontrarnos en una zona que siempre ha sido convulsa.

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           La torre, que era de tres plantas más azotea, de planta cuadrangular, es el único vestigio que ha sobrevivido de la casa fuerte nobiliaria del mayorazgo de los Acevedo, que fuera reutilizada posteriormente con fines militares en el siglo XIX. Está compuesta de muros de mampostería con refinados de granito en las esquinas, aunque en la parte superior predomina el ladrillo y bloques de adobe, quizá de alguna reconstrucción por las guerras o una ampliación. En la fachada que da al suroeste, donde estuvo la vivienda, se aprecia cajones de adobe y el hueco de una puerta cegada con dos pequeñas ménsulas. También se aprecia la forma de la cubierta que tuvo dos aguas, quizá con doble pendiente. Recuperado el edificio, la restauración ha dejado ver una decoración exterior de piedra, en la que la parte baja cuenta con el lucido mientras que la alta es blanca, como era el edificio antes de degradarse. En uno de los lados tiene una ventana bilobulada, de clara influencia mudéjar. Por lo demás, se ha respetado y mantenido visiblemente un esgrafiado.

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        Del resto de la vivienda no existen más que vestigios de lo que pudiera haber sido, salvo que lo enterrado pudiera deparar algo más consistente. Solo se conservan restos del muro sureste, frente a la subida de la puerta del Capital, donde se aprecia una cornisa de doble ladrillo en «esquinilla» sobre teja, seguramente de época o influencia mudéjar.

         En el interior de la Alcazaba pueden encontrarse, igualmente, otros restos que no se encuentran restaurados o que son simplemente vestigios de lo que pudieron ser y el paso e influencia decisiva que tuvieron al dedicarse a otros fines propios de los cuarteles que se instalaron en este recinto amurallado. Tales son los casos de la casa fuerte de Hernán Gómez de Solís, hermano del Maestre de Alcántara Gómez de Solís, que se apropió incluso de la puerta del Alpéndiz, para controlar el acceso, cercana a la iglesia de Calatrava, que fuera regentada por la Orden de Alcántara, y que fuera edificada entre 1465 y 1470, con un enclave propicio para dominar la ciudad en este período. Se describe la casa como flanqueada por tres torres que remarcaban su imponente carácter militar, al mismo tiempo que se le dotaba de importantes elementos defensivos, lo que hacía que se convirtiera en emblema patente y coactivo del poder que tenía su propietario.

        Y la casa fuerte de los Zapata, que formaba parte del mayorazgo de los Tovares desde el siglo XVI, y de la cual se conservan pocos restos en las cercanías del palacio del Conde de la Roca.

 

3 comentarios en “Arquitectura palaciega badajocense

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