Cuando te acercas a la ciudad de Cáceres no puedes sino acudir, cuantas veces sea necesario, a su recinto monumental para envolverte en la historia de la época medieval y apreciar las múltiples maravillas que atesora. En una de estas visitas hago el recorrido inicial de rigor, atravesando el Arco de la Estrella para casi de inmediato situarme en la plaza de Santa María, un lugar donde se suceden edificaciones palaciegas presididas por la Iglesia Concatedral del mismo nombre.
Con la presencia de la estatua de San Pedro de Alcántara como mediadora de esta gran explanada, diviso el palacio que ahora me propongo visitar, por aquello que en este edificio se aloja un grandioso museo que comprende una interesante muestra del patrimonio artístico de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno. Se trata del Palacio de los Golfines de Abajo, que hace esquina con la plaza de Santa María y con la plaza de San Jorge.
La denominación “de abajo” sirve para diferenciarle de la otra rama de la familia, “de arriba”, por estar aquellos situados en la parte baja del recinto amurallado.
La casa museo abrió sus puertas a la ciudadanía y visitantes en septiembre de 2015, cumpliendo así el deseo de la última propietaria, doña Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y Seebacher, Grande de España, condesa de Torre Arias, Marquesa de Santa Marta y Marquesa de Torre de Esteban Hambrán, descendiente directa de la familia Golfín, fundadora y primera Presidenta de la Fundación que lleva su nombre. Una institución sin ánimo de lucro que tiene el compromiso de gestionar el patrimonio heredado con una clara finalidad de servicio a la sociedad, figurando entre sus objetivos la restauración y conservación de dicho patrimonio, y la investigación artística y científico-histórica de su legado.
Entre los miembros de esta familia es destacable la figura de Sancho Paredes Golfín que, además de ser el artífice de la construcción de la fachada principal de este palacio, ejerció como camarero mayor de Isabel la Católica, siendo uno de los testigos firmantes del histórico testamento de dicha Reina.
La belleza que muestra en su exterior es correspondida por su interior pues no en vano nos encontramos con el palacio más grande de la ciudad monumental, que ocupó el espacio de casi una veintena de casas. Se construyó en el siglo XV y principios del XVI, es de origen gótico con fachada plateresca.
La portada bien merece pararse a contemplarla, de grandes dovelas que queda enmarcada por un refinado alfiz que asciende quebrándose, estrechándose y concluyendo en arco trilobulado que acoge una hermosa ventana geminada con parteluz de mármol y capitel que sustenta el escudo de los Reyes Católicos, que se alojaron en este palacio cuando visitaron Cáceres en 1477 y 1479. Bajo la ventana, el escudo de los Golfines entre ángeles lenantes y una corona que enmarca la misteriosa leyenda “Fer de Fer” [sin descifrar, aunque para algunos alude a Fernando (el Rey Católico) de su nieto Fernando (su nieto querido)], y debajo una ventana enrejada. Más abajo, y a ambos lados de la puerta, los escudos de Golfines (torres y lises) y los Álvarez (león).
A la izquierda de la fachada se deja ver una torre saliente, de planta cuadrada con matacanes sujetos por tres ménsulas en dos de sus lados, que concentra en su lienzo superior una profusa ornamentación con dos medallones a ambos lados entre los que hallamos el escudo de los Golfines, coronado por yelmo de extensos lambrequines y una cartela renacentista en la que reza la leyenda “Esta es la casa de los Golfines”, dentro de una rodela sobre dos hachas cruzadas.
Tanto esta torre como la fachada central, la rematan una crestería plateresca mostrando filigranas que representan animales mitológicos (flámeros e índigos) entre florones, dragones alados y afrontados.
Del otro lado se encuentra otra torre, desmochada, más alta y haciendo esquina lindante con la plaza de San Jorge y la Cuesta del Marqués. Construida de mampostería y sillares en las esquinas, presenta dos matacanes defensivos, uno hacia la plaza de Santa María y otro hacia la Cuesta del Marqués.
La entrada al palacio nos lleva a un pequeño patio rectangular sustentado por ocho esbeltas columnas. Aunque está muy transformado, mantiene las dos plantas de arquerías con los escudos de los Golfines. Se exponen dos cañones realizados en Flandes en el siglo XVI y algunos testimonios de la desaparecida capilla funeraria familiar. Dos frentes de sendos sepulcros, de la madre y de la esposa del camarero Sancho de Paredes, y un epitafio con la inscripción “Aquí esperan los Golfines el día del Juicio”.
En las dos plantas del palacio, que se encuentran abiertas al público, se ofrecen sendos itinerarios con un discurso expositivo que sigue un orden relativamente cronológico en la planta baja, y temático en la superior, proporcionando a cuantos lo visitamos un recorrido ambiental que incide especialmente en los aspectos decorativos y en la vida cotidiana.
Las cuatro salas que se pueden visitar en la planta baja, exponen piezas artísticas propias de la decoración palaciega, retratos de carácter privado e institucional, pequeñas esculturas decorativas, espejos y mobiliario de la época (sala I); piezas procedentes del mobiliario madrileño de doña Tatiana que corresponden al salón de baile (sala II); un lugar reducido que servía como antesalón, espacio que aparece en el siglo XIX separando las estancias de mayor tamaño, como el salón de baile o el comedor de gala (sala III); y el salón que muestra un mobiliario dispar, en el que destacan los cobres flamencos del siglo XVII, y el tapiz de Guillermo Van Leefdael, de espléndida calidad (sala IV).
También está en esta planta la Sala de Armas y su antesala con los espacios más antiguos que se conservan en el palacio. Aquí se representa una galería de retratos con los primeros miembros del linaje de los Golfines.
La Planta Alta comprende el Oratorio y Sacristía, que recrea el que tenía la familia en Madrid y permite contemplar un conjunto de relicarios del siglo XVI y otros del XVIII. La Sala de Caza, destinada a la exhibición de trofeos y armas de caza, algo consustancial a la afición que la nobleza y la monarquía española tenía a la actividad cinegética. El Gabinete, una de las estancias de carácter más intimista y acogedor, en la puede verse el retrato de los abuelos de doña Tatiana al fondo, así como algunos objetos personales, una muñeca autómata francesa, libros de lectura y otras piezas artísticas estrechamente vinculados a su ámbito privado. En fin, la Sala de Documentos, que expone los códices y documentos procedentes de los ricos fondos del archivo familiar, y que permite acercarnos a relevantes personajes y momentos de la historia de España desde el siglo XIV al XIX.
Conocer las entrañas de lo que exterioriza esta Ciudad Monumental de Cáceres es motivo de satisfacción, demostrativo que hay mucho por descubrir. No dejaré pasar cualquier otra oportunidad que tenga para seguir profundizando en este extraordinario paraje.