La ruta de Los Arcos, en plena dehesa extremeña

        Una nueva aventura senderista me he propuesto realizar por tierras extremeñas, en este caso por la provincia de Badajoz, entre las localidades de Valverde de Leganés y Almendral, con el afán de conocer algo más de nuestras entrañas.

          Todo comienza por reponer fuerzas a temprana hora del día, y para ello no hay nada mejor que degustar unas migas extremeñas con la grata compañía de amigos y conocidos que nos reunimos bajo la batuta organizativa de la empresa Naturalmente Badajoz, en una casa rural existente en Valverde de Leganés, para esperar que la jornada nos depare un bello recorrido en pleno otoño y tras unos días de lluvia que, a buen seguro, habrá sabido acoger esta bella tierra repleta de encinas y alcornoques.

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         La ruta comienza en un cruce de caminos con la carretera que une Valverde de Leganés con Almendral, a poco más de seis kilómetros de la primera, de donde venimos. Y, efectivamente, no nos confundimos en el presagio que hacíamos y la belleza del lugar es digna de resaltar, con un suelo que parece un manto verde tras esas benditas aguas de lluvia que ha recogido la tierra con sumo agradecimiento.

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       Entramos así en la dehesa “Los Arcos”, y tras un breve recorrido empezamos a divisar en el horizonte una fortaleza que se nos antoja como impropia de un inhóspito lugar que no es montañoso y no parece resultar apropiado para ubicar una edificación defensiva. Pero sí, a unos 2,7 kilómetros de nuestro recorrido llegamos a la proximidad de un bello, aunque un tanto descuidado, castillo que se denomina como el terreno en el que se asienta. Es el Castillo de Los Arcos, y que se ubica allí precisamente por ser una fortaleza que pretendía servir de defensa del cruce de caminos. Su existencia resulta ser bastante desconocida precisamente por la ubicación que tiene y el carácter privado de su propiedad que impide acceder a sus interiores, siendo de agradecer que sus propietarios nos hayan permitido acceder a sus inmediaciones y patio de entrada.

        La historia marca su devenir. Fue construido durante los siglos XV y XVI por orden de Lorenzo Suárez de Figueroa, sobrino del primer Conde de Feria Lorenzo Suárez de Figueroa y Sotomayor, en los terrenos cedidos por el rey Enrique IV de Castilla. Una obra que finalizaría en 1474 y que presenta una estructura muy similar a la de otros castillos del señorío, como el de Feria y el de Nogales. Tras las luchas con los Comuneros (el levantamiento armado que se produjo en la revuelta de las Comunidades de Castilla durante los años 1520 y 1521) la fortaleza fue profundamente reformada. Al parecer su finalidad era servir de defensa occidental del Ducado de Feria pues aunque en esa época ya no existía la amenaza musulmana sobre Extremadura, ello no suponía que el territorio estuviera libre de conflictos. Tenía, por todo ello, un triple objetivo: evitar las invasiones de Portugal; defender el territorio en los conflictos que ese señorío mantenía regularmente con los Reyes Católicos; y evitar la anexión de las tierras por parte del Concejo de Badajoz.

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         Tiene una estructura de planta rectangular rematada con torres almenadas de forma cilíndrica en las esquinas, y un muro pentagonal que defiende su acceso sur. En el centro del edificio se encuentran los restos de la torre del homenaje, rodeada por un foso. Unos restos a los que no pudimos acceder debido a la propiedad privada que le hace habitable y, por tanto, ajena a los visitantes que pudiéramos tener curiosidades sobre su interior. Se nos dice, no obstante que su estado es ruinoso, entre otras cosas porque al parecer hubo una explosión del polvorín existente en su interior que le hizo destruir, no debiéndose en consecuencia a las vicisitudes bélicas por las que pasara el castillo.

        La construcción que se aprecia es bastante sencilla, hecha de mampostería y ladrillo, con un carácter muy sobrio en el que pueden advertirse pocos elementos decorativos, como los canecillos que pueblan los muros, los cuidadosos acabados en ladrillo y adornos de corte gótico en las ventanas, y algunas molduras de ladrillo (baquetones). Eso sí, pueden advertirse también otros muchos elementos que se han ido añadiendo, tales como el revellín (fortificación separada de los muros para someter a los asaltantes a un fuego cruzado)  y los emplazamientos para piezas de artillería. Amén de ciertas licencias modernas necesarias para la habitabilidad que tiene en nuestros días.

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         Tras esta pausa necesaria para conocer esta preciosa construcción continuamos para conocer, en sus proximidades parte de esas construcciones megalíticas que existen en este entorno. Tomando el camino que sale justo a la derecha del castillo, y recorriendo unos 400 metros con encontramos con una intersección que sale a la izquierda en forma de senda que siguiéndola nos hace llegar a un montículo que es donde se encuentra el dolmen conocido como El Campillo que aunque no es de los mejores conservados en estas inmediaciones, es el que ahora abordamos por encontrarse más próximo al que queremos ser el recorrido de esta ruta.

         El dolmen es una construcción megalítica consistente en placas de piedra dispuestas en vertical y otra que se sitúa sobre ellas, a modo de cubierta. Son construcciones realizadas durante el neolítico y el calcolítico, pero que sirvieron de sepulcro, y como una forma de declarar la posesión de un territorio. Extremadura es, en este sentido, de las que mayor concentración de dólmenes tiene de toda España.

           El dolmen de El Campillo se encuentra en la actualidad descubierto, con siete ortostatos erguidos (bloques o losas verticales), seis de ellos seguidos con sus juntas perfectas y otro aislado, adivinando una tendencia circular de la cámara sepulcral. Está realizado en granito, con unas dimensiones que van de los 2,3 metros de diámetro en la cámara y un metro de altura en los ortostatos. Esparcidos por el yacimiento aparecen varios fragmentos de la piedra que cubría la cámara varios restos de tierra y piedra pertenecientes al túmulo que cobijaba al dolmen.

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         En sus inmediaciones puede advertirse también una agrupación de piedras de tamaño medio en línea recta que a modo de pared se asemeja a lo que pudiera ser una delimitación, aunque la realidad es que la ausencia de estudios científicos precisos nos impide conocer de qué pudiera tratarse o qué finalidad habría tenido. Está claro, en todo caso, que no es una delimitación de piedra que hubiera servido de separación de fincas, por aquello del tamaño que tienen las piedras y que no encuentra antecedente alguno en estos confines.

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         Tras esta visita volvemos nuevamente a la zona del castillo para proseguir por un camino que sale justo a la derecha para acercarnos a ver, a unos 800 metros, otro elemento natural digno de resaltar. Se trata de una encina de enormes dimensiones, conocida como la Encina de El Romo, por encontrarse en un paraje conocido como tal, en la dehesa de Los Arcos; o también Encina Madre, que se calcula tiene una edad de aproximadamente 500 años. Esta encina, junto a otra existente en Fregenal de la Sierra (El Rañal) son las de mayores tamaños que existen en la provincia de Badajoz.

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          Su porte monumental te hace empequeñecer cuando te encuentras bajo su copa, de 32 metros de diámetro. Sus ramas gigantescas son del grosor de los troncos de algunas encinas consideradas monumentales.

            Hay que lamentar que tenga fracturas en dos de sus brazos, ocasionadas por los fuertes vientos de finales del 2006, y que le produjeron daños irreparables. Para ayudar a su conservación, se colocaron en 2007 hasta un total de 20 muletas que le sirven de apoyo. Aunque se echa en falta una mayor atención.

         Su aspecto, de 15 metros de longitud es desproporcionado en relación a su altura, consecuencia del podado que experimentaron en algunos momentos para incrementar la producción de bellotas.

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        Este extraordinario monumento natural es lógicamente muy querido en la comarca, declarado Árbol Singular de Extremadura.

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        Tras volver al lugar de inicio de la ruta, se concluye así una extraordinaria mañana de senderismo, con unos escasos 14 kilómetros que posibilita hacerla a personas de toda edad. Muy conveniente para conocer algo más de esta bella tierra de Extremadura. Aquí queda mi recuerdo.

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