En estos días que tanta pantalla televisiva vemos, nos encontramos con esos personajes que se comunican con múltiples incongruencias y, en especial, nos permite comprobar cómo algunos muestran caras diferentes según el momento y la circunstancia, y que lejos de serlo por el sentimiento propio que aflora en cada instante se detecta que es tan superficial como estudiada de propósito para conseguir el objetivo perseguido, propia de la hipocresía con la que muchos van por el teatro de la vida.
Resulta que en el visionado de películas por doquier me veo sorprendido al encontrar nuevamente una de esas que merece recomendar, Las dos caras de la verdad, dirigida por Gregory Hoblit y protagonizada por Richard Gere y Laura Linney, del año 1996, en la que sin querer descubrir la temática, que dejaré para quienes quieran seguirla si no lo han hecho ya, sí diré que trata de un famoso abogado que arriesga su prestigio al defender a un joven monaguillo acusado de asesinar brutalmente a un arzobispo.
Viene a colación porque al hilo del argumento de fondo que sustenta el film, en uno de los pasajes de su contenido se alude a la novela de Nathaniel Hawthorne, La letra escarlata (The Scarlet Letter), y en concreto para resaltar el siguiente texto:
“Ningún hombre puede poner mucho tiempo una cara para sí mismo y otra para la multitud sin que, finalmente, se quede perplejo preguntándose cuál será la verdadera”
De enjundia, verdad. Pues eso me parece a mí que está ocurriendo con muchos de los “artistas” y “actrices” que salen para darnos misivas de cómo hacen de bien las cosas. Y bien sabe Dios que no lo digo por esas recomendaciones que ahora mismo se hacen y que deben seguirse a rajatabla para evitar males salubres mayores a los que lleva la virulenta enfermedad que nos acosa, y que no voy a nombrar por no seguir haciéndola protagonista de la vida. Mi perspectiva visionaria lo es hacia los falsos, los aprovechados, los que intentando comunicar lo que no son, sostienen su máscara con actitud teatrera para regocijo interno. Como un divertido juego para considerar lo listo que llegan a ser y cómo consiguen engañar al espectador. Llega un momento que el descaro es tal que sueltan el embuste con una naturalidad digna de la mejor interpretación vista. Y tan frescos.
Esa máscara que se ponen y quitan según el momento y la ocasión, con tanta asiduidad y soltura que, a la postre, la falsedad del maquillaje hace que la verdadera esencia del ser empiece a revelarse, con el peligro de que, cuando menos pudiera esperarse, aparezca la esencia que se tiene, descubriendo quién se es de verdad. El juego es peligroso y, por eso, puede que te cojan in fraganti, dejando al descubierto lo que seas realmente. Porque como se dice, el embustero llega a acoplarse tanto al papel que al final se cree lo que interpreta. Y lo defiende a pies juntillas.
Mucho descubrimos ahora, en momentos de desconciertos, donde el teatro se pretende llevar con la normalidad de siempre pero, lo inoportuno de esta rebeldía pandémica globalizada, con el nerviosismo generalizado de todos los ciudadanos, va haciendo que cada día se caigan más máscaras. De algunos lo podíamos esperar, pero otros nos quedan pasmados porque mucho habían trabajado su faceta propia.
Hay quien viendo el espectáculo llega a extremos tales como para decir que “nadie es quién se muestra ser”. No me gustaría creerlo así, aunque ya dudo de casi todo porque en esto de las dobles caras también parece un virus colérico que aunque no mate si damnifica al ser humano.
Parece necesaria mucha cura de humildad para que nos mostremos como somos y no como diga nuestro “apuntador”, porque si algo se agradece es encontrar a las personas que departen luz y transparencia. Es lo que cada vez necesitamos con mayor ahínco. Para que se despeje la jungla en la que nos encontramos inmersos y cada día más confusos.
Muy cierto lo que cuentas, Luciano, y todos lo estamos viendo hasta la saciedad sobretodo en muchos políticos que ponen una cara a la hora de pedir el voto (o hacer oposición) y luego tienen otra completamente distinta (y hasta opuesta) en su vida ordinaria. Los numerosísimos vídeos que circulan por Internet en los que una misma persona muestra una cara cuando estaba en la oposición completamente contraria a la que ahora podemos ver que tiene, son una verdadera vergüenza (y no me refiero a una sola persona en concreto, son bastantes de ellos). Y a mí me preocupa la desfachatez con la que esta enorme caradura es asumida por las personas en cuestión seguros que sus partidarios negarán la evidencia por muy palmaria que sea.
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Así es amigo Ángel, un espejo que refleja la otra cara. Me llama poderosamente la atención ver la cara que ponen ciertos artistas cuando quieren captar clientela y luego ponen otra y un tanto desagradable cuando dicen estar en sus momentos de privacidad. La vida.
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Muy cierto. Necesitamos más personas con luz, verdad y humildad.
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Muy cierto. Hacen falta más personas con luz, verdad y humildad.
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Muy cierto. Hacen falta personas con más luz, verdad y humildad.
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