Hay instituciones académicas que, con su propia historia, mantienen sus principios inspiradores no sin encontrar las múltiples trabas con las que hoy en día se encuentran, producto y consecuencia de ese intento de alejar la educación de lo privado, al menos en cuanto pueda suponer recibir subvenciones que permitan su supervivencia. Un claro exponente se encuentra en los colegios religiosos de corte católico, a los que parece declararse la guerra por aquello de encontrarnos en un país que, con la Constitución en la mano, se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto y se especifica el carácter aconfesional del Estado.
Con todo, no son pocas las familias que acuden a estos centros para que los integrantes de ella reciban una formación que ven más apropiada en un mundo un tanto alocado que dificulta mantener principios y valores que gusta mantener a muchos, ricos y pobres. Los ejemplos se multiplican y quizá sobrepasaría mis intenciones hacerlo ver desde una dimensión universal. Mi pretensión es más impía, tratando de resaltar la historia de un centro de calado educativo en tierras extremeñas, por el que han pasado personas con proyecciones profesionales muy diferenciadas, y que hoy siguen acogiendo a estudiantes que se forman con una realidad ajustada a los tiempos que corren, pero manteniendo intacto el valor de la ética y la educación cívica que hacen ver a sus alumnos, como palpablemente se detecta por aquellos invitados que, como yo, hemos tenido curiosidad por penetrar en el centro un día cualquiera para conocer su funcionamiento.
En mi ferviente deseo de conocer el mundo en sus distintas manifestaciones, acudo al Colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz) acompañado de dos antiguos alumnos que me hacían virar la mirada de lo que ahora veía con la perspectiva de acontecimientos producidos en el pasado, cuando el internado en el colegio era mucho más crudo que el que hoy viven los que perciben la educación en un centro de referencia y reconocimiento que va más allá de lo provinciano.

Pero situémonos en el entorno. El Colegio San José, de Villafranca de los Barros, es un centro de la Compañía de Jesús (Jesuitas), fundado en 1893, actualmente gestionado por la Fundación Loyola, situado por tanto en un entorno rural de la provincia de Badajoz, lo que ofrece el sosiego necesario para esta faceta educativa al mismo tiempo de brindar al alumnado la posibilidad de disfrutar de experiencias en un entorno natural y seguro, cosa que sin duda es cada día más valorado frente a los desenfrenos de las capitalidades. Atiende a una población escolar en los niveles de Primaria, E.S.O. y Bachillerato, tanto estudiantes masculinos como femeninos. No dejan de verse entre sus discentes a procedentes de otras Comunidades Autónomas y de origen extranjero, prioritariamente de Irlanda, Portugal, Francia y Estados Unidos. Por lo demás, cuenta con una apreciada residencia para estudiantes. En total, unos 800 estudiantes, de los cuales 220 son internos y 190 mediopensionistas.
Ya nos advierten, desde un primer instante, que la historia del Colegio es algo más que centenaria. Fueron los deseos de vecinos de la localidad los que llevaron a mejorar las posibilidades educativas y culturales del entorno, consiguiendo que la Compañía de Jesús instaurara el centro educativo, en unos inicios que contaron con instalaciones provisionales en una casa céntrica de la localidad, hoy concebido como centro recreativo “La Peña”.

Atravesando múltiples dificultades económicas, se iniciaron los primeros cimientos de la nueva ubicación el 19 de marzo de 1895 y tuvo sus primeros pasos académicos en el edificio principal el curso 1897-1898, con la placentera estatua de mármol que se encuentra visiblemente frente a la entrada, del que es Patrono del Centro, San José, que vino desde Italia en el año 1924. Las ampliaciones producidas en el borde exterior de la finca son del año 1902, con diversos usos a lo largo del tiempo y hoy ocupadas por las aulas de Primaria.
En 1907 se inaugura la preciosa capilla neogótica, aunque me insinúan que ha experimentado algunas modificaciones de relevancia en su interior, particularmente al hacer desaparecer un retablo que antes presidía la estancia.




En el historial del centro se encuentra el cambio producido como consecuencia del Decreto de la II República Española que declarara en 1932 disuelta la Compañía de Jesús en España. Se pasó a una etapa donde la Compañía de Jesús proseguiría con sus enseñanzas en la vecina Portugal. El edificio de Villafranca de los Barros afortunadamente fue bien conservado y pasó a ser sede de un Instituto, protegido por la Institución Libre de Enseñanza, con internado masculino y femenino, superándose los 700 alumnos de toda la geografía española.
Se regresa a Villafranca las enseñanzas que brindaba la Compañía de Jesús en el curso 1936-1937, si bien compartiendo durante una etapa sus espacios con las salas de un hospital militar que atendía soldados marroquíes procedentes de los frentes de guerra próximos. Hubo estudiantes que también se ocuparon de asistir a los heridos. El momento queda recordado para la historia por la construcción que se hizo de una pequeña mezquita que todavía puede verse en uno de los patios del Colegio, que permitía los actos de culto de los soldados musulmanes.
El inmenso y precioso Salón de Actos que brinda el Colegio fue inaugurado en 1949, y para la ampliación de los dormitorios de los alumnos se construiría, a todo lo largo de la fachada posterior del edificio, una tercera planta y la azotea que la cubre, que tuvo su inauguración en uso a partir del curso 1956-57. Para destacar que no fuera hasta el año 1962 cuando quedaran rematadas todas las instalaciones y mejoras previstas, si bien ha habido unas últimas modificaciones en los espacios dedicados para la residencia del alumnado (2019), aulas y espacios de Primaria (2020) y las impresionantes instalaciones deportivas (2009).
En suma, una experiencia vivida en un centro que considero modélico, y que no me resisto a hacerlo ver en mi blog. Sobre todo para agradecer el recibimiento y para felicitar a los que día a día luchan por mantener lo que no resulta fácil de hacer con los escasos recursos que se disponen.


Muy buen reportaje, Luciano, enhorabuena. Le he enviado el enlace a un miembro de nuestro grupo Orión de Investigación que fue bastante tiempo director del centro y le ha gustado mucho. Me ha comentado que también es de destacar «la acción social que durante las primeras décadas desarrolló, muy poco conocida y reconocida y de otras formas, continuadas en la actualidad (p.e. en mi época de director se proporcionaban 90.000 euros por curso en becas)»
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Muchas gracias por tu comentario. Un centro que debe resaltarse y a quienes lo hacen posible. Muy importante esa acción social que no debe quedar silenciada. Un fuerte abrazo.
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