Burgos, ciudad llena de historia

En esos fortunios que ofrece la vida y con la graciable predisposición de una gran mujer burgalesa, Ana Caro, que ha permitido que nos agrupáramos unos amigos para desentrañar parte de las maravillas que tiene Burgos, he pasado un fin de semana de ensueño, dicho sea por todo lo que rodea a esta bellísima ciudad y también por recoger parte de su esencia y dejar en los labios el sabor de una miel que endulce próximas visitas para seguir viendo lo que se encuentra lleno de historia y de personajes y lugares llevados a la leyenda, aunque con los posos reales de haber pasado por el tiempo dejando huellas de relevancia.

Entrar en tierras castellanas me hace recordar las palabras que esgrimiera Ortega y Gasset en sus «Notas de andar y ver» aludiendo a la existencia de una geometría para uso exclusivo de los castellanos. En ella, la vertical sería el chopo, la horizontal el galgo y la oblicua la silueta del labriego que, en la cima tajada de un otero, se inclina en el horizonte sobre el arado. «¿Y la curva?», le preguntaba al filósofo un interlocutor ficticio. «¡Caballero, en Castilla no hay curvas!» le respondía éste, ofendido. Así es, y así lo percibo.

Me permito ahora, con este post, dejar puntadas de los sitios que pude visitar, por aquello de que los pasajes de la vida que recojo en el blog constituye realmente un compendio de mis pasos, mi camino y mis inquietudes. Con la necesaria concisión por cuanto que sería inviable narrar con exactitud y pormenorizadamente todo lo vivido y visitado.

Mi primera indicación ha de ser, necesariamente, hacia el conjunto. Llegar a Burgos es verse integrado de momento en una ciudad en la que pasear por sus calles, paseos y zonas verdes constituye un lujo por estar repletas de belleza arquitectónica y de gente acogedora, sin dejar de contemplar desde diversos puntos esas torres de la catedral declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1984, uno de los mejores exponentes del arte gótico en Europa.

La Catedral de Burgos es una obra impresionante dedicada al misterio de la Asunción de la Virgen que comenzara su construcción en 1221, según se dice siguiendo patrones góticos franceses, aunque en siglos posteriores experimentara modificaciones sustanciales. Pusieron su primera piedra el obispo don Mauricio y Fernando III el Santo. Su construcción lo es sobre un solar ampliado que ocupó la anterior catedral románica de Alfonso VI.

La entrada la hago a través de la Portada del Sarmental, a la que se llega subiendo las escaleras siempre transitadas por la numerosa gente que la visita. Está encastrada entre los dos claustros que dispone la Catedral, uno más alto que otro. En ella destaca el Pantocrátor rodeado por la representación de los evangelistas y, en los cuerpos superiores el rosetón con vidrieras originales góticas y la galería calada del remate.  

En este recinto, bello en todos y cada uno de sus rincones se conservan obras extraordinarias como el cimborrio de Juan de Colonia, el retablo de Gil de Siloé y la renacentista escalera dorada de Diego de Siloé. Recrearse en el recorrido interno es tanto como sentirse glorificado por su brillantez, sobre un diseño básico en cruz latina que da lugar a tres naves y una girola. Desde su interior se accede a catorce capillas construidas entre los siglos XIII y XVIII, a las que hay que añadir otras cuatro de los siglos XIV al XVI que se abren al claustro alto.

En el centro de la nave del crucero, que es el sitio principal de todo el templo, se encuentra la lápida que señala el lugar donde descansan el Cid y doña Jimena después de haber rodado sus restos por muchos sitios.

No puede pasar desapercibida la mirada hacia el famoso Papamoscas, el famoso muñeco articulado que acompaña con la boca el toque de las horas del reloj y que se encuentra situado al principio de la nave central, a una altura de 15 metros del suelo y rematando el arco ojival de una ventana sobre el triforio gótico. La leyenda que circula al respecto es sintomática con lo poco afortunada que es la fisonomía del personaje, nada que ver con la belleza de esa dama que encandilara al rey Enrique III el doliente y que encargara reproducir.

La visita al Museo de la Evolución Humana se erige en absolutamente necesaria para conocer muchos de los hallazgos descubiertos en los yacimientos de Atapuerca, un lugar impresionante que pudimos visitar agasajados por un guía de lujo, investigador de la Universidad de Burgos y responsable del Laboratorio de Evolución Humana, el profesor José Miguel Carretero.

Los yacimientos de la sierra de Atapuerca se encuentran a unos 15 kms. al este de la ciudad de Burgos, un lugar que por esos azares de la vida (al producirse un trazado de una línea de ferrocarril para transporte del carbón hasta Burgos) puso al descubierto algunos de sus yacimientos, y con ello obtener datos de enorme valor sobre la vida prehistórica.

No es de extrañar por ello que, tanto por el registro fósil y arqueológico que preservan sus yacimientos, como por los trabajos relativos a su excavación e interpretación, haya sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde finales del año 2000.

Los minuciosos estudios e investigación llevada a cabo hasta el momento han permitido deducir que sobre los parajes que conforman la sierran han estado presentes, vividos, y desenvuelto sus actividades grupos de homo sp. (aún por determinar 1.300.000 años), antecessor (850.000 años), preneandertales (500.000 años), neandertales (50.000 años) y homo sapiens. Hasta tal punto que hoy puede decirse que constituye una de las principales fuentes de restos de la actividad humana en épocas pretéritas del mundo, permitiendo conocer la evolución de la especie humana.

De los cinco yacimientos que se encuentran en fase de excavación se encuentran abiertas al público la Sima del Elefante, el Complejo Galería y la Gran Dolina, que se concentran a lo largo de la Trinchera. Tan relevante resultó ver como permanecer atento a la información que recibíamos.

La vida monástica está muy arraigada en esta localidad, fruto de una historia nada desdeñable y las vivencias monárquicas. Una visita al Monasterio de las Huelgas Reales se erige en necesaria.

Construido en los siglos XII-XIII por orden de Alfonso VIII y su esposa Leonor Plantagenet (hermana del famoso Ricardo Corazón de León) para la orden cisterciense, fue panteón real y lugar de retiro espiritual de las damas de la nobleza de la época. La abadesa era un miembro de la Casa Real, gozando por eso mismo de poderes exorbitantes.

No es de extrañar, por tanto, que fueran muchos los privilegios que obtuviera este monasterio hasta el punto de que llegara a depender directamente del Papa, lo que hacía que la abadesa estuviera por encima incluso del Obispo de Burgos.

El conjunto consta de varias partes: La iglesia, el monasterio y la zona de clausura. Ha sido declarado Monumento Histórico-Artístico. Arquitectónicamente responde al arte románico pero con fuertes influencias mudéjares. Se pueden contemplar varios sepulcros reales con esculturas talladas en mármol realmente bellas.  De lo más interesante es el Museo de Ricas Telas que alberga vestidos y telas medievales perfectamente conservadas que nos dan idea de la forma de vestir y de la riqueza de los trajes de la época.

Debido a la prohibición de fotografías en el interior, no puedo mostrar más que la zona del Claustro, por ser la única que se facilitara para ello.

En nuestro recorrido vamos a otro lugar emblemático, situado a tres kilómetros de la ciudad. Se trata de la Cartuja de Miraflores, un monasterio edificado en una loma sobre un antiguo palacio-alcázar real, y que constituye una joya del arte gótico isabelino.

El conjunto arquitectónico aparece dominado por la iglesia de una sola nave, con ventanales flamígeros decorados con vidrieras flamencas entre contrafuertes y un ábside poligonal. Aparece dividida en una secuencia de cuatro espacios muy bien definidos. El primero reservado a los fieles, el siguiente a los hermanos legos, el tercero a los padres cartujos y el cuarto y último al presbiterio y altar.

Su portada es digna de destacar, como su retablo mayor, obra de Gil de Siloé, que es una auténtica maravilla. Una curiosidad sobre esta genial obra artística es que los dorados de las esculturas fueron elaborados con el oro traído por Cristóbal Colón. El tema central del retablo gira en torno a la monumental Crucifixión que preside el conjunto.

A los pies del retablo encontramos un conjunto de sepulcros reales obra igualmente del artista Gil de Siloé por encargo de la reina Isabel la Católica y que pertenecen a sus padres Juan II e Isabel de Portugal, esculpidos en alabastro. Una joya que no pudo expoliar Napoleón Bonaparte por la imposibilidad de levantar lo que se hizo para permanecer allí en el tiempo.

La presencia de la comunidad de los Cartujos no es de extrañar, constituyendo un lugar que invita a la meditación. El paseo por este entorno permite apreciar esa armonía existente entre naturaleza y piedra convertida en arte. Un lugar encomiable.

En este recorrido burgalés no puede faltar detenerse para saborear la gastronomía que nos presenta. Destaco, ante todo, un plato típico denominado con un nombre sospechoso pero que nada tiene que ver con su delicia: la olla podrida. Un sitio muy apropiado para su degustación lo ha sido el restaurante Los Claveles, un acogedor establecimiento situado en la localidad de Ibeas de Juarros.

Se trata de un potaje que mezcla toda suerte de carnes, verduras y legumbres, y que está muy arraigada en el tiempo, tanto como para que fuera mencionada por Cervantes en El Quijote, cuando Sancho Panza vino a decir “Aquel platonazo que está más adelante vahando me parece que es olla podrida, que, por la diversidad de cosas que en las tales ollas podridas hay, no podré dejar de topar con alguna que me sea de gusto y de provecho”. También Quevedo, en El Buscón, decía: “No hay tal cosa como la olla […] todo lo demás es vicio y gula”. Un pedigrí literario que alcanza hasta el siglo XIX con Clarín o Balzac. En su versión más reciente se le considera como la madre de todos los pucheros, sobre el sustento de las alubias rojas y el exuberante y grandioso compendio de carnes que hacen exultante su degustación.

Un plato fuerte para reponer fuerzas. Con el necesario acompañamiento de buenos amigos y un delicioso vino de la Ribera del Duero, no puedo concluir de mejor manera mi pequeño relato de una visita entrañable a esta magnífica tierra. Digna de volverla a visitar y sus alrededores, Lerma, Covarrubias, Santo Domingo de Silos, Aranda de Duero, por citar algunos de los recónditos lugares que ofrecen luz y conocimientos. No en vano estamos en presencia de caminos nada extraños para al Cid Campeador.

3 comentarios en “Burgos, ciudad llena de historia

  1. ANA CARO MUÑOZ

    Cuando las veredas y los senderos -de tierras y vidas- se recorren al compás de otros pies -manos, y almas- que saben de la dureza y los baches que encontraremos al paso, todo discurre con otro ánimo, con la creencia -y las certidumbres reiteradas- de que ese camino siempre será mejor, más límpido, más intenso, si vamos juntos. Los pies de Luci, de Chano, siempre se han acompasado al trazado de mi vida, con esa calidad -y calidez- de Amigo; por eso me enorgullece haber contribuido a que de mi mano descubriera algunos de los rincones que más quiero de esta mi tierra y cuna, Burgos.

    Me gusta

  2. Pingback: Burgos, ciudad llena de historia — El Blog de Chano – Camilo Zamarripa

Deja un comentario