Por donde quiera que vayas encontrarás los caminos que redescubren la historia y te permiten admirar la naturaleza, presa de encanto en todas las épocas del año, pero especialmente ahora, cuando Extremadura queda envuelta de ese frescor que asoma cada aurora en invierno para pasar de las heladas que cubre el terreno al casi infinito manto verde que luce conforme el sol se hace protagonista y que en su extensión le hace perder en el horizonte, y así hacer más hermoso el visionado de los encinares que abundan por estas tierras, permitiendo que el paseo por sus senderos se convierta en un verdadero placer.
En una de esas rutas que no dejo atrás se encuentra la que ha organizado el Servicio de Actividad Física y Deporte (Safyde) de la Universidad de Extremadura, con el cariño que caracteriza a sus monitores y responsables, y que nos ha llevado a unas veinticinco personas por las inmediaciones de esa bella población que es Villar del Rey, situada en el noroeste de la provincia de Badajoz, de la que dista unos 33 kilómetros. El pueblo de la pizarra que da de beber a Badajoz, como así se caracteriza, por aquello de la productiva cantera de esta piedra y de granito negro que tiene en su término municipal, y por albergar la presa que abastece de agua a la capital de la provincia.

La ruta que ha llevado el Grupo Universitario Multiaventura (GUM), es la conocida como Ruta de Los Molinos, que discurre a los pies de la Sierra de San Pedro y que nos acercará al arroyo del Toril, el río Zapatón y a la Ermita de Nuestra Señora de La Ribera, pasando junto a unos antiguos molinos harineros, en un recorrido circular de algo más de diez kilómetros, por terreno llano y, por tanto, sin mucha dificultad y accesible a cualquier persona que quiera disfrutar de estos maravillosos parajes.

Partiendo del pueblo se pasa a un entorno adehesado que nos ofrece, prontamente, la imagen de una cantera de granito, agolpando los enormes bloques que denotan la riqueza existente de este mineral. Asomándonos a su interior desde la barrera formada por enormes bloques de piedra, puede divisarse una pequeña charca que, al parecer atrae a diversas especies de aves, aunque por la distancia y la hora en que pudimos pasar nos hacía difícil encontrar vestigios de ellas.




El trayecto seguido nos acerca a una zona de vegetación con abundantes eneas y juncos en las que se ubica un observatorio ornitológico con vistas a la desembocadura del Arroyo del Toril en el río Zapatón que forma una ensenada abierta, de aguas relativamente tranquilas y en las que se permite refugiarse para observar las diversas especies que abundan por estos lares, tales como el ánade azulón, el zampullín chico, la gallineta, el martín pescador o la lavandera blanca.



Tras visitar el observatorio tomamos el camino que nos permitirá continuar en dirección norte, paralelos al río Zapatón. Se advierten los restos de esos molinos harineros que dan nombre a la ruta. Y prosiguiendo el trayecto en paralelo al río Zapatón llegamos a un punto donde se permite ver las aguas cercanamente desde una plataforma flotante situada en la ribera. En los paneles informativos se deja constancia de la variedad de aves y peces que abundan en la zona.







Después de la parada en este entorno para divisarlo en grupo seguimos dirección norte hasta llegar a la Ermita de Nuestra Señora de la Ribera, patrona de Villar del Rey. Una construcción que, según aparece reflejado en el panel de entrada, bien pudo realizarse por el siglo XVII. Al encontrarse abierta pudimos observar su interior, de reducidas dimensiones, en la que destaca la imagen de la Virgen de la Encarnación, que data de la segunda mitad del siglo XIX. La devoción del pueblo a su patrona es festejada comunitariamente con la celebración de una romería muy popular en la localidad.



El trayecto final nos conduce nuevamente al punto de partida. Un plácido recorrido en una mañana de sol radiante con temperaturas bajas pero soportables.