La tecnología avanza a pasos agigantados. Todos lo sabemos y la juventud mucho más. Solo hay que ver a los polluelos que nos rodean para averiguar que manejar un móvil, desenvolverse con un ordenador, o buscar en internet y redes sociales es una práctica tan “sencilla” como ponerse a comer. Da hasta miedo ver cómo un crio de tan solo dos años sabe buscar en una tableta los videos y juegos que le interesan, apenas recibida una lección de esos padres que hoy en día dan la vida por brindar a sus hijos todo lo que tecnológicamente sea mejor. Y es que, claro está, como lo tienen los amiguitos, mi hijo también.
Pero si esto de por sí podría ser motivo de una cierta preocupación, mayor lo es si no medimos adecuadamente lo que estamos haciendo pues de lo contrario el pretendido beneficio podrá ser, a corto espacio de tiempo, un serio hándicap para enderezar entuertos no deseados. No se trata de oponerse al avance, por supuesto, pero da escalofrío que no se reflexione sobre lo que estamos haciendo en esa caída libre que llevamos.
Las cabezas ya no están erguidas, ni se divisa la belleza de ese cielo y estrellas que tanto placer brinda a nuestros ojos y mente; hoy en día todo el mundo muestra una incipiente chepa por estar permanentemente doblegado a ese móvil que no puede faltar en las manos, y cuando se abandona un instante es para situarse frente a un ordenador. Siempre conectados, en red o por wifi.
Y como el camino parece claro por donde discurre, vamos dejando en la cuneta aspectos de nuestra vida que para los más jóvenes no le dice o puede suponer nada importante, pero que a los que llevamos las alforjas un tanto llenas nos produce un total desasosiego. Tal es el caso del peligro en el que se encuentra la caligrafía, entendida como el arte de escribir a mano con letra correcta y que denota un signo de educación. Y no es casual o meramente aventurado decirlo porque este es un titular que aparece en muchos medios y que tiene un serio fundamento.
La caligrafía está en peligro
En general, y no solo a los jóvenes, el uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la información y a la comunicación ha ido alejándonos de la tradicional escritura a mano. Ya no escribimos cartas, ni felicitamos las navidades con postales cuidadosamente elegidas, no disponemos de agenda manuscrita, los diarios de los entusiastas de narrar sus hazañas cotidianas se hacen por otros mecanismos, acudimos a los establecimientos comerciales con los recordatorios de notas en móvil, los apuntes ya no se toman en las clases universitarias porque resulta más fácil bajarlos luego por internet, y un sinfín de actuaciones que no cuentan con el refrendo de la transcripción manual, incluida la propia firma que es sustituida por un pin, de modo que las enseñanzas recibidas en esos tradicionales Cuadernos Rubio y similares no despliegan una aplicación práctica como para mantener esa preciosa escritura que conseguimos dominar. A lo sumo, lo que antes estaba reservado a los médicos, ahora se extrapola al común de los mortales para garabatear algo que puntualmente tengamos que hacer con nuestra caligrafía.
Cuando las cosas van quedando en desuso se acercan a su fecha de caducidad y, por desgracia para los que resistiremos con nuestras escasas fuerzas, contemplamos que ha empezado el declive total. Las escuelas de Finlandia, que son referente educativo de Europa, adopta las primeras medidas para dejar de invertir tiempo en la escritura a mano. En lugar de ello, los alumnos aprenden a escribir –desde el curso 2016-2017- en ordenador y también a mano con letra de palo (esa que se compone de líneas verticales, horizontales, diagonales y curvas); el aprendizaje de letra caligráfica pasa a ser sólo una opción que los maestros no tendrán por qué enseñarla. No alcanzo a comprender cómo, puestos a revolucionar el sistema educativo, no se dejan los libros de texto de lado y nos acercamos a la tableta y ordenador para el aprendizaje visual. A lo mejor es que con esto no interesa porque se viene abajo un sustancioso negocio de las editoriales.
Finlandia elimina el aprendizaje obligatorio de la caligrafía
Como quiera que en este modelo finlandés, los alumnos comienzan la escuela a los siete años y no a la temprana edad que se hace en España, parecen tener claro los responsables educativos de ese país que los estudiantes pasan mucho tiempo aprendiendo la letra seguida, en una caligrafía que luego se abandona a lo largo del tiempo porque todo lo que se lee y escribe en la vida cotidiana se hace con letra de imprenta (o palo).
Que está lejos todavía de nosotros, pues no tanto. Leo que cada vez más escuelas de Cataluña abandonan la enseñanza de la escritura caligráfica, que se considera monótona y aburrida con una pérdida de tiempo que parece conveniente dedicarla a otros menesteres educativos. Sin comentarios que puedan llevarme a la exasperación.
Con este cambio radical parece que el futuro de la grafología también está en entredicho. El método inventado en el siglo XVII cuando Camilo Baldo, profesor de Filosofía de la Universidad de Bolonia, publicó el tratado sobre cómo a través de una carta manuscrita se conoce la naturaleza y cualidad del que escribe, parece que va a encontrar un serio revés. Ahora habrá que acudir a otros métodos para conocer las “verdades intrínsecas a los individuos”, y a “los rastros tecnológicos” dejados en esos mecanismos técnicos utilizados.
Pero volviendo al tema principal, y sin pretender con ello que nos quedemos anclados en la evolución, si considero que dejaríamos atrás una formación que, como el saber utilizar los cubiertos en una mesa, no deberían quedar en manos exclusivos de la tecnología. Perderíamos aspectos que lejos de reportarnos perjuicios son claros beneficios neurológicos, como afirman rigurosos estudios científicos, y que nada impide que se consideren complementarios a los soportes digitales.
Lo importante es que se sepa escribir y no cuánto uso se haga de ello
Lo que para mí podría ser un resquicio de resistencia a los cambios y a no dejar atrás lo que tan buenos recuerdos me reporta (sobre todo porque tuve que empezar con esas pizarras que rompía a menudo para desgracia de mis padres), es para neurocientíficos y psicopedagogos un serio inconveniente.
Y es que, según estos afamados profesionales que tienen argumentos más consistentes que los que pueda dar yo, escribir a mano tiene sus ventajas frente al uso del teclado. Entre ellas, supone un mejor conocimiento de la ortografía para disponer de una mayor fluidez de ideas a la hora de escribir redacciones, mejora la capacidad de lectura y, además, potencia la memoria.
Estudios de neuroimagen evidencian que el cerebro se activa más cuando se escribe que cuando se teclea
Por el contrario, cuando los niños se limitan a teclear, simplemente están representando en su cerebro un mapa del teclado (así lo deduce un estudio de la Universidad de Indiana publicado en “Frontiers in Psychology”).
Es preferible la escritura a mano porque activa más áreas cerebrales
Curiosa es la metodología que compruebo se utiliza en un colegio público de Madrid, en el que no hay libros de texto. Mejor dicho, se elaboran a mano por los propios alumnos en sus cuadernos, de modo que al ahorro que supone adquirirlos se da una importancia tremenda a la caligrafía, porque de este modo, como aclara su directora, con el aprendizaje de la escritura se implica no solo aprender las letras y los números, sino también habilidades como el control motor, la memoria y la capacidad de procesar pensamientos coherentes en un orden lógico.
¿Estamos, pues, ante el ocaso de la caligrafía? Me atrevería a decir que, aunque en situación de peligro extremo, no creo que llegue a fenecer. En todo caso siempre seremos responsables de lo que nos caiga, aunque sea por inanición o dejadez. Pienso que en esa vida no todo debe darnos igual. Porque cuando el rio suena, agua lleva.
Desde luego es una pena que los niños, y no tan niños, vayan perdiendo el gusto por escribir a mano, y sobre todo es un problema, que afecta principalmente a la ortografía, pues al escribir en teclado, con abreviaturas y demás, sin preocuparse por escribir bien o mal, y solo centrándose en la rapidez de enviar un mensaje, cada vez hay más errores ortográficos.
De todas maneras, estoy de acuerdo contigo en que, aunque la caligrafía cada vez sea menos popular, no desaparecerá, o eso espero.
Muy interesante esta entrada, que daría para un buen debate 🙂
Un saludo.
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Ojalá no pase desapercibida esta situación y podamos afrontarla con cordura. El debate no debe faltar para mentalización de aquellos que piensan que con el móvil basta. Un saludo Esther y muchas gracias por tus siempre gratas puntualizaciones.
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