Qué tendrá la música que llega al alma. Es difícil encontrar una persona que no se conmueva cuando escucha unos acordes musicales. Más difícil todavía si ese sonido aparece desde la tierna infancia, viendo a una persona muy querida que dedica todo su esmero y pasión a sacar lo mejor de dentro y convenir un resultado armonioso que haga cantar a los pájaros y tornar la comisura de los labios en una agradable sonrisa de quien se ve envuelto en ese misterio, que hace golpear el corazón de forma más acompasada.
Una persona que sentía la música en sus venas, en lo más profundo de sí. Cuando no con la flauta o el clarinete, lo era con el tambor, o con los timbales, pues el tiempo y la entrega pasaron factura como para impedirle hacer ya más esfuerzos pulmonares. Su imagen me delataba un respeto que para nada suponía alejamiento, sino cercana ternura y amor. Con pocos años, me arrimaba a ese templete de San Francisco en Badajoz, la ciudad que me vio nacer y aún hoy me da cobijo, para ver su figura con traje musical de color azul marino y botones dorados, al ritmo de una banda, llamada municipal, que todas las semanas deleitaba a un pueblo que iba floreciendo poco a poco, veinte años después del terrible horror de una guerra civil vivida. En otros momentos, en la Semana Santa de Badajoz, o en la celebración de las fiestas locales, ese grupo humano de músicos de la banda municipal deleitaba a los ciudadanos y visitantes. En fin, sus recorridos a otras localidades extremeñas o fuera de la región hacían transmitir su profesionalidad más allá del circuito local. Al frente, un director con carisma, don Modesto, sobre el que oía hablar con el respeto que bien parece que se lo ganó desde el momento que sus muchos años de entrega a esta banda ha permitido que hoy cuente con el reconocimiento popular, como así lo denota la calle que conmemora su nombre.
Cuando todo va quedando en el recuerdo, eso sí compartido a veces con otras personas que también vivieron esos momentos, cuya fisonomía quedó grabada en mi mente como si fuera esculpida en ella, se produce un acontecimiento que hace revivir aquellos instantes. 2017 se convierte en el año que conmemora el 150 Aniversario de la Banda Municipal de Badajoz, fundada en 1867. Claro que de ese tiempo, desde 1929 a 1963 fueron vividos por la persona a quien quiero ahora en particular ensalzar, como un momento más de los muchos que me sirven para tenerlo presente, aunque para ello no necesite justificación alguna.
Un tiempo que amén de los actos públicos se compartían con otros más íntimos, tras la barrera. En esos ensayos producidos en el lugar que sirviera para ello en aquellos entonces, en la calle Concepción Arenal, con el recuerdo de quienes vivían allí y me daban igualmente su cariño. Una banda que aun siendo de música no dejaba de ser también de compañeros y amigos que convivían cercanamente. De allí salía también quien fuera mi padrino, cuyo nombre acompañó durante mucho tiempo al principal que tengo, por aquello de que las alianzas entonces eran sagradas y de obligado cumplimiento.
En el tiempo pasado ha habido momentos difíciles y generaciones de músicos que merecen hoy el recuerdo de todos ellos. En la actualidad, con la dirección del valenciano Vicente Soler Solano, la banda municipal de Badajoz conmemora muchas cosas. Tantas como personas se han dedicado a ella a lo largo de su historia. Dando realce al nivel moral de un pueblo que no puede ni debe olvidar.
Mi recuerdo, sin duda, resalta por esa persona que le dedicó tiempo, ilusión y trabajo, y al que sigo viendo figuradamente en el templete de San Francisco cada vez que paso por él, sintiendo en el corazón el ejemplo que ha significado. Mi padre, Luciano Cordero Sánchez. En mis oídos penetra tu música, venida desde ese hermoso lugar que acoge tu alma.
Feliz Aniversario, Banda Municipal de Badajoz.