Ahora que han pasado los Reyes Magos y han venido cargados de tecnología y medios acordes con los tiempos que corren, me llega el recuerdo de una infancia e incipiente juventud en la que, casi era lo normal, los pedimentos de las ilusionadas cartas que se les había dirigido quedaran menguados a lo que las posibilidades del camino permitían traer a SS.MM. Sea como fuere, y salvando ese momento puntual donde la majestuosidad llegara hasta las cosas más increíbles, como ese en el que las lágrimas brotaron por ver la tan deseada bicicleta, nunca pude ver al lado de mis zapatos y la bandeja de consumida copa de anís y polvorones, un atuendo coincidente con los que lucían mis estrellas futboleras, ni el soñado balón de reglamento que facilitara la práctica sin depender de alguno de los pocos amigos cuyas posibilidades familiares permitían tener ese increíble sueño de muchos.
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