Hubo un tiempo

Ahora que todo discurre con las prisas del momento y se es especialmente incisivo en lo que acontece, se deja atrás lo que va sucediendo con la rebeldía de no querer acordarse de lo que ya ha fenecido y no se puede modificar. Parece como si el mirar atrás hiciera retrotraerse a acontecimientos que delatan envejecimiento, muestras de un pasado que deja caer canas de difícil recuperación.

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Acerca de los epitafios

Hay personas que se resisten a quedar en el olvido, a dejar este mundo sin la impronta que puedan suponer sus últimas palabras, esas que quedan plasmadas en el recóndito lugar donde se dice que descansan definitivamente las personas. Pasear por los cementerios es algo que puede resultar un tanto lúgubre pero, a decir verdad, hacerlo para sentir la paz que se encuentra en ese entorno resulta un tanto gratificante para el paseante. Y como en el recinto encuentras variedades que pueden sorprenderte, hay quien con cierto humor y socarronería llegara a decir que “los cementerios son bosques enciclopédicos de oquedades, memeces y cursilerías” (Alfonso Ussía, artículo “Melancolías” publicado en la revista Época en 1993).

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De nuevo, Semana Santa

Un nuevo período recordatorio nos llega en la concebida como Semana Santa y que muchos aprovechan para hacer algo distinto a vivir los momentos de la pasión. Creyentes o no, las carreteras y las agencias hacen caja con los viajes a los sitios más dispares, para los que buscan la distracción, el descanso, el jolgorio que tanto apetece al humano por aquello que llevamos vidas estresantes que merecen la recompensa que da, en este caso, unas fechas que para los más incrédulos ―y hoy día abundan― vamos a sentirla como semana primaveral o cualquier otra elucubración mental de las que estamos acostumbrados a ver y oír. Simplemente para no tener que dar el visto bueno a eso que supone lo santo, al cristianismo que no se quiere vincular más que a épocas donde la iglesia hacía sus estragos.

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Jugar a «la pelota»

Ahora que han pasado los Reyes Magos y han venido cargados de tecnología y medios acordes con los tiempos que corren, me llega el recuerdo de una infancia e incipiente juventud en la que, casi era lo normal, los pedimentos de las ilusionadas cartas que se les había dirigido quedaran menguados a lo que las posibilidades del camino permitían traer a SS.MM. Sea como fuere, y salvando ese momento puntual donde la majestuosidad llegara hasta las cosas más increíbles, como ese en el que las lágrimas brotaron por ver la tan deseada bicicleta, nunca pude ver al lado de mis zapatos y la bandeja de consumida copa de anís y polvorones, un atuendo coincidente con los que lucían mis estrellas futboleras, ni el soñado balón de reglamento que facilitara la práctica sin depender de alguno de los pocos amigos cuyas posibilidades familiares permitían tener ese increíble sueño de muchos.

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