En estos tiempos donde parece que nos encontramos en una difícil etapa para la ordenación sacerdotal, puede decirse que ha habido momentos históricos donde se hicieron igualmente patentes las dificultades para la Iglesia católica, y en este aspecto acudo al referente que supuso el Concilio de Trento (1545-1563) que marcó un punto de inflexión para la concepción de la iglesia moderna que reaccionara contra la decadencia interna que existía por el anquilosamiento depositado en el pasado y, así, renovar la formación de los sacerdotes y apostar por lo que se decía fuera una sana educación cristiana. Para entender en su esencia este proceso no debe omitirse que los centros educativos de la edad moderna y contemporánea dependieron en gran medida del apoyo eclesiástico.
En el tercer período del Concilio, acaecido en los años 1562 y 1563, se abordó el tema específico de la formación de los clérigos, dictaminándose la conveniencia de crear seminarios en todas las diócesis. Fue Felipe II quien se encargara de convertir en ley de Estado las decisiones conciliares, y el 12 de julio de 1564 aceptaba los contenidos tridentinos y encargaba a los obispos iniciar sus directrices en las distintas diócesis españolas.
Con la pretendida finalidad intrínseca a la existencia de los seminarios conciliares, que suponía servir a la educación de niños y jóvenes que aspiraban a la clerecía, se promovían en la Península Ibérica numerosos colegios-seminarios. En Extremadura, el más antiguo es el de Coria, fundado a finales del siglo XVI (1579), al que siguieron el de Badajoz (1664), y el de Plasencia (1670). Todos ellos fueron a ocupar inmuebles ya construidos, adaptándolos a su nueva función educativa.
Centrando la atención en Seminario de Badajoz, puede decirse que su creación en el año 1664 se hacía bastantes años después de que surgiera la primera Real Cédula de Felipe II, fechada el 3 de febrero de 1594, que urgía la creación del Seminario en la diócesis pacense, sin duda debida principalmente a la inseguridad que por aquellos momentos se tenía por las largas guerras que se venían viviendo con el país vecino, concurriendo situaciones de penuria económica y social que dificultaban la creación de nuevas instituciones. También las estructuras orgánicas de la Iglesia impedían una acción decidida para acometer este proyecto.
Sin olvidar que otra de las razones por las que se retrasara el inicio de estas instituciones fuera la coexistencia con Colegios y Universidades en las cuales se preparaban muchos clérigos. Las universidad española gozaba de un gran prestigio y en torno a ella surgieron estos centros universitarios que hicieron las veces de seminarios.
En fin, fue el obispo fray Jerónimo Rodríguez Valderas quien pusiera todo su empeño para que se cumpliera el compromiso, a lo que se unía la donación de parte de la herencia de unas casas de morada del canónigo de la catedral de Badajoz, Rodrígo Dosma Delgado, realizada a finales del siglo XVI, si bien, a pesar de la generosidad del donante, las casas permanecieron cerradas durante más de medio siglo, abandonadas y sin habitar.
Se inicia de esta forma el Colegio-Seminario San Atón, nombrando al primer rector Juan López Izquierdo y Jaramillo, y los primeros colegiales admitidos fueron Domingo Tablero y Antonio de Silva, en un acto de admisión que tuvo lugar el 3 de mayo de 1664.

Las casas que dieron albergue al seminario se encontraban situadas frente a la Catedral, en la calle de Moraleja (hoy Ramón Albarrán), y entonces llamada canónigo Segura, haciendo esquina a la calle Dr. Lobato y al campo de San Juan. Después correspondían a las tres casas que fueron propiedad de Matilde González Orduña y Soledad López-Lago Orduña (hoy sede del Colegio de Arquitectos), y a ella se agregó la casa que ocupara la sede del Banco Hispano Americano, y ahora Archivo Histórico Municipal.
Se encontraba por tanto muy cerca de la Catedral, cumpliendo así lo preceptuado por el Concilio de Trento, si bien en aquellos instantes no era esta plaza preeminente como centro urbano, tratándose de un gran espacio abierto, con el trasiego propio por servir de atrio al principal templo de la ciudad, en unos momentos donde la Plaza Alta mantenía el protagonismo de la vida ciudadana, sede de la actividad administrativa y comercial y lugar elegido para las celebraciones urbanas.
En las cercanías de la ubicación del Seminario se encontraban también dos centros religiosos: el convento de Santa Catalina y el hospital de la Piedad, siendo éste el primero de esta clase fundado en Badajoz, manteniendo su funcionamiento desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII en que se transformó en teatro, situado frente a la Catedral. También destacaba en este entorno algunas casas nobles, como la del Cordón o la de los Silva, y otras que figuraban en el lugar que ocupa en la actualidad el Ayuntamiento.
El nombre de San Atón lo es en reconocimiento como patrón al santo, monje benedictino que fue nombrado obispo de Pistoia e historiador, y que se creía nacido en Badajoz debido a que algunas fuentes italianas dijeran, en el siglo XVI, que tenía origen hispánico y nacido en esta localidad, a partir de una lectura errónea de peccensis, que marca el origen de la ciudad de Pescia, y que fuera aplicado al nombre de San Atón. El caso es que el seminario lo acoge y venera como patrono, de modo que sobre la puerta del colegio se colocó una pintura del Santo con una inscripción expresiva del reconocimiento que se le hacía.
El crecimiento de colegiales hizo que el lugar de ubicación inicial no ofreciera las condiciones apropiadas para ello y será en 1727, bajo el episcopado de Pedro Francisco Levanto y Vivaldo, cuando se piensa en comprar un terreno para una nueva sede del Seminario, aunque no fue posible emprender este cambio de ubicación hasta el gobierno del obispo Amador Merino Malaguilla, comprándose unas casas solariegas que pertenecían por aquel entonces al conde Juan Manuel de Villena y otros terrenos del Marqués de Gramosas, que permitió la nueva sede en el entonces campo de San Francisco, haciendo esquina con el Palacio Episcopal, edificado poco antes, y del convento de San Francisco y el Hospital de San Sebastián, que se convertiría pronto en el centro provincial de la Beneficencia y la asistencia médica. Se dice que la nueva sede del seminario supuso el desembolso de 300.000 reales en la reforma y adaptación de la mansión. La apertura de este lugar se produce el 26 de octubre de 1754, siendo entonces rector del seminario José González Vaca.
Esta nueva ubicación se asumía para permitir que se ganara espacio respecto de la anterior sede; también por la cercanía que tenía con el nuevo palacio episcopal y, en fin, la escasa distancia que mantenía con la Catedral.
El edificio poseía dos patios (uno de ellos porticado) y algunas dependencias posteriores. Su cuerpo principal, dividido en varias crujías, ocupaba una fachada de unos veinte metros de largo y dos alturas. Edificado en ladrillo, mantenía un estilo sobrio, con una portada adintelada en granito y amplios huecos para los vanos enrejados, con balcones en las plantas superiores. Algunos escudos, molduras y guardapolvos le daban prestancia, junto a pilastras adosadas con historiados capiteles en el cuerpo superior, dobles en las esquinas, con un interesante retallado de planos, todo acorde con lo que prevalecía en el siglo XVIII. En 1905 se realizaron nuevas reformas que mejoraban las celdas de los seminaristas, abriendo vanos y colocando servicios higiénicos.

El Seminario llegó a ser Centro Universitario, el primer centro universitario de la región, por Real Cédula de Carlos IV, fechada el 17 de agosto de 1793. En ese año las inscripciones llegaban a ser de 72 alumnos; 41 seminaristas y 31 seglares. También en esta sede nace el primer Instituto de Enseñanza Secundaria de Badajoz, el día 15 de noviembre de 1845, de modo que el primer claustro de profesores del Instituto fue el del Colegio-Seminario.
Pero la ubicación en lo que iba siendo plena urbe de la ciudad, con el bullicio propio del tránsito que suponía, dificultó la enseñanza, considerándose que estas dependencias ocupadas no eran las más idóneas para la formación de los seminaristas. Fue entonces cuando, siendo obispo Ramón Pérez Rodríguez, se decidiera buscar unas nuevas instalaciones alejadas del centro de Badajoz, adquiriéndose una amplia huerta en la Cañada de Sancha Brava, entonces un sitio muy apacible, en cuyo lugar se comenzó la construcción del nuevo edificio, bajo el proyecto del arquitecto Francisco Vaca Morales, que permitió desde las navidades del año 1927 comenzar las obras de la edificación en la que se encuentra el seminario desde entonces.
El edificio que se dejó en la ahora denominada Plaza de San Atón, fue comprado en 1928 por la Diputación Provincial de Badajoz, cedido gratuitamente al Ayuntamiento en 1985, para ser derribado al año siguiente con cierta polémica por lo que suponía romper con su historia. Hasta esos momentos fue usado con diversos fines: conservatorio, juzgado militar, sede de oficinas turísticas, Sala de Exposiciones, Biblioteca, y durante poco tiempo acogió la primera sede de la Junta Preautonómica de Extremadura, e incluso fue ofrecido para el futuro Gobierno Civil.
En cuanto a la nueva ubicación hay que decir que desde 1928 a 1932 avanzaron las obras, pero la llegada de la República hizo que el Estado dejara de invertir las 20.000 pesetas anuales que hasta entonces venía dedicando a este fin constructivo, circunstancia que impedía avanzar en la construcción que hasta el momento llevaba invertida uno de los dos millones de pesetas con que había sido presupuestado. La situación se mantendría durante la guerra civil (entre 1936 y 1939 lo edificado serviría de refugio y de hospital de sangre) y con posterioridad en tanto que el período de posguerra no ayudó a conseguir fondos. No sería hasta finales de los años 40 del siglo XX cuando la situación mejoraría.
El edificio es de estilo regionalista, aunque la capilla neogótica y los patios interiores tengan resabios historicistas. La combinación del ladrillo y aplantillado a la vista y la cal le confiere un especial atractivo, dándole prestancia a sus variados cuerpos, cuyos entrantes y salientes le dan un especial sentido del ritmo. Tiene un bello claustro interior con arquerías de medio punto.
Mención especial ha de hacerse a la Biblioteca del Seminario, que aun cuando consta que oficialmente fuera constituida a finales de 1786, sin embargo existe constancia que un siglo antes ya existía una “librería” que tenía el papel de biblioteca. Puede decirse por ello que fuera coetánea a la inauguración de la institución.
En su trayectoria destaca el trabajo del obispo Solís y Gragera. Tan es así que en las constituciones que promulgó confería a la biblioteca una imagen de espacio moderno y funcional dotado con los mejores medios disponibles al servicio de los colegiales. A los fondos disponibles se añadieron los del extinguido Colegio de la Compañía de Jesús de Badajoz y los de la misma Compañía en Higuera la Real. De esta forma, a los textos iniciales adscritos a las ciencias religiosas, se añadirían libros de otras ramas del saber: medicina, botánica, física, farmacopea, matemáticas, astronomía, etcétera.
Importa destacarla por cuanto que fue la primera biblioteca pública de la ciudad de Badajoz, cuando en las postrimerías del siglo XVIII la ciudad no contaba con ningún espacio destinado a la difusión cultural bibliográfica.
Un suceso importante se producía en 1808, cuando el ejército francés ocupó Badajoz, y que supuso un retroceso en el funcionamiento del Seminario y, muy especialmente, en el de su Biblioteca. Muchos de sus libros fueron robados, otros desaparecieron, algunos se quemaron, perdiéndose así para siempre obras de singular relevancia para la historia de la Iglesia y de la cultura en general. Los que pudieron sucumbir de esta catástrofe pasaron a poder de las autoridades militares hasta el año 1814, momento en que fueron recuperados y devueltos al Seminario.
Terminada la guerra y en el transcurso de los siglos XIX y XX, la Biblioteca ha ido recibiendo múltiples donaciones. Destacan obras incautadas a los conventos masculinos de la ciudad de Badajoz durante las desamortizaciones, y la donación del obispo Félix Soto Mancera, por su cantidad y por la calidad de las obras.
Decir por último que por este lugar han pasado como alumnos personajes relevantes de la vida universitaria, de la política, de las artes o de la literatura, como Manuel Godoy (El Príncipe de la Paz); el emeritense José María de Calatrava, que recibió en el seminario las bases culturales que más tarde le convirtieron en político, estadista y hombre de leyes, llegando a ocupar la presidencia del Consejo de Ministros; el literato y poeta Vicente Barrantes Moreno; el novelista Antonio Reyes Huertas, o el escritor José López Prudencio.
En fin, la influencia en el devenir histórico y cultural extremeño del Seminario puede advertirse que ha sido sumamente relevante. Muchos han sido los niños y jóvenes, desde hace casi cuatro siglos, que han forjado su personalidad en esta institución, transmitiendo su vocación religiosa o formativa a la sociedad.
Interesantísimo.
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Muchas gracias Ángel.
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Lo leí, y admiré, en su día, auqnue no se me ocurrió dejar una nota. Un trabajo muy interesante, muy conciso y perfecto para mostrar una de las Instituciones señeras de Badajoz. Gracias.
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Agradecido por tu comentario estimado Álvaro. Un cordial saludo
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