Las relaciones interpersonales se convierten en el resorte necesario para una vida cotidiana que exige inmiscuirse y entablar contacto con otros sujetos. Así, cualquiera que sea el orden de la vida en que desenvolvamos nuestra trayectoria vital, nos enfrentamos a la necesidad de conocer las personas con las que entablamos relación. Para con ello decantarnos por quien pudiera tener más cercanía con nuestra forma de ser y actuar. Lo queramos o no, en cualquier faceta donde estemos involucrados con otros sujetos, siempre veremos exteriorizar divisiones del grupo porque se busca la cercanía de personalidades.
Baste hacer un repaso de lo que acontece día a día para darnos cuenta de esta vocación y tendencia a unirse con quien sintonizamos. Porque instintivamente tendemos a alinearnos y fomentar la amistad con gente con las que la relación sea positiva y saludable.
En el mundo laboral, aun cuando el grupo sea numeroso, siempre se producirá el acercamiento con aquellos con los que nos apetece compartir impresiones o el momento de descanso para tomarse ese café que reabra conversaciones entre los que muestran cercanía de gustos y preferencias. Trabajando, no solo nos produce la plena satisfacción de realizar la tarea que mejor se acomode a nuestras preferencias, sino que también buscamos con especial ahínco vernos inmersos en equipos con los que sentirnos cómodos. En definitiva, se busca lo más cercano posible aquello que pudiera permitir la plena felicidad.
Para descubrir a las personas, especialmente en el mundo laboral, de cara a conocer las habilidades personales que pudiera tener cada uno de los que integran o puedan integrar el equipo de trabajo, los que seleccionan al personal, los responsables de recursos humanos de las organizaciones y empresas, hoy en día acuden a diversos métodos. El currículum que se presenta y se pudiera acreditar con enseñanzas y formación recibida, es un paso previo obligatorio pero hoy en día se busca algo más. Cada vez, las denominadas soft sills o habilidades blandas son más valoradas en una entrevista de trabajo porque contemplan la capacidad de desenvolverse, de trabajar en equipo, de resolver conflictos y problemas, la asertividad que se tiene, facilidad de comunicar eficazmente, tomar decisiones, destrezas para la negociación, proactividad, empatía, creatividad, tolerancia a la presión, y otros valores y aptitudes personales.
Ya en el día a día, los dirigentes utilizan distintos medios para actuar y confiar en sus trabajadores. Particularmente no contemplo una metodología más apropiada que la que sigue esa expresión francesa tan conocida como es la de “laissez faire, laissez passer”, esto es, “dejar hacer, dejar pasar”, evitando la intervención que pueda hacer tergiversar y ocultar un cabal conocimiento del reconocimiento que quiere hacerse. Cuando uno sabe a qué atenerse utiliza mecanismos defensivos para enfrentarse a ello, por lo que mi parecer es que la confianza cotidiana libera la situación estresante y favorece que las personas se porten como realmente son, sin la presión de saber o conocer que están ante un permanente examen.
Dejando hacer y pasar el tiempo llegamos a conocer a las personas, por sus propias aficiones, sus relaciones, su forma de actuar y de opinar sobre la organización y sus dirigentes. Y será muy difícil que con el tiempo no se descubran las fortalezas y debilidades que se tienen, porque no siempre y en todo caso estamos con la misma actitud para enfrentarse al trabajo y al comportamiento exigido. El teatro no puede durar siempre, y en algún momento conocemos al actor detrás del telón.
Cuanto más relajada sea la relación profesional, mayores visos se tienen para conocer plenamente a los que acompañan en la tarea laboral. Descubrir el perfil permite dirigir a los trabajadores en la misión que mejor se pueda acomodar. Quien asuma el liderazgo es, en todo caso, quien se ve obligado a descubrir, a conocer a sus subordinados. Si se limita a dirigir, a ordenar, a criticar, estaremos ante el concepto de “jefe” que de antaño reflejaba a ese director de orquesta laboral, pero sin completar la exigencia que igualmente debe tener, descubrir el talento. El líder debe descubrir a otros líderes.
Recientemente me llamaba poderosamente la atención lo que pude observar en una fábrica que contaba con bastantes trabajadores. En el mismo centro de trabajo, de forma visible, se disponía de un tablero informativo en el que plasmaban, al comienzo de cada jornada laboral, la actitud que presentaban los trabajadores para afrontarla. Una cara que sonríe, la que muestra indiferencia, o que descubre un malestar, aportan a la empresa y a todo el equipo un cabal conocimiento de cómo están de moral, el estado de ánimo del día. Pensaríamos que tiene claro el trabajador su relación con el empresario si durante varios días muestra lo negativo de su predisposición, pero no creo que con esta medida se pretenda otra cosa que mantener una buena sintonía entre los trabajadores, favoreciendo la ayuda que puedan darse entre ellos, como una forma más de trabajar en equipo. De hecho, no aparecía ninguna cara totalmente negativa, pero sí bastantes con talante regular, que a los efectos podría deducir muchas cosas. Porque, como se dice popularmente, la cara es el fiel reflejo del alma. Y, de vez en cuando es conveniente quitarse la máscara.
Se cuenta la anécdota de Abraham Lincoln que en un momento de la selección que hacía a una persona para su gabinete lo rechazó con el siguiente argumento: “No me gusta su cara”. Su consejero objetó, aturdido, que el hombre no era responsable de su cara, al no entender con exactitud lo que quería decirle el presidente. La respuesta que recibió de éste fue contundente: “Cualquiera mayor de 40 años es responsable de su rostro”. Parece que tenía razón porque, como convienen muchos expertos, a partir de esta edad (es una concreción un tanto ficticia pero bastante aproximada) tenemos la cara que nos merecemos, porque a la herencia genética se une un moldeado fisonómico que refleja la forma de ser, las actitudes que predominan en la vida y los sentimientos que afloran. Porque como convienen igualmente los especialistas, las arrugas o los surcos de la cara son el resultado del movimiento repetido de los músculos y de horas y horas de mantener una misma expresión. Y aquí es muy difícil la simulación, por no decir imposible.
«En el rostro reside la esencia de la persona»
Enrique Rojas (Psicólogo)
Tengamos claro, pues, que nuestra cara, la actitud que mostramos en el día a día se convierte en la imagen de nuestra personalidad. Lo que transmitimos al exterior. La formación y titulación académica convienen un currículum que para inmiscuirse en un equipo de trabajo no es suficiente. Necesario pero incompleto para descubrir los valores que disponen los empleados.
Conocer a los trabajadores, a los compañeros, se erige por tanto en una necesidad para favorecer la actividad y la convivencia, e integrar los equipos de trabajo que aúnen esfuerzos.