La polarización del actuar humano: conmigo o contra mí

          Las vivencias que se tienen a diario vienen a mostrar una preocupante situación de individualismo exacerbado. Te sorprende ver lo solitario que puedes encontrarte cuando precisas ayuda y compruebas que quienes podrían proporcionártela te dan la espalda, por aquello de que nadie quiere soportar problemas ajenos. No hace falta irse muy lejos para encontrar reductos de estos posicionamientos que te hacen entristecer porque eso de que el ser humano es un ser social por naturaleza parece que tiene una única explicación: preciso de los demás para que puedan aportarme lo que “yo” necesito.

         La sociedad atomizada se impone cada vez con mayor profusión, dicho sea el término como aquella en la que el individuo vive encapsulado en su vida privada sin poder experimentar una vida social plena con los semejantes. La actitud está tan enraizada en la costumbre de hacerlo así que solo en momentos muy puntuales, cuando el corazón actúa con más fortaleza que la mente, se ve esa esperanzada bondad humana de involucrarse y pensar en el prójimo. El caso más patente es en las fechas navideñas, donde todo parece girar en torno a la paz y la solidaridad. También he podido verlo en la actitud que muestran los miles de peregrinos que año a año cruzan los caminos para llegar a la Santidad que les mueve. Pero pasado el evento puntual, la realidad cotidiana impone el échate a un lado que voy yo, como recientemente he comprobado cuando acaecía un desgraciado incidente en el que el vehículo golpeaba a un ciclista que cayó al suelo y supuso que se prestara la inmediata atención a esa persona. Sin solución de continuidad recibía el bocinazo del que quería a toda costa que quitara el vehículo para seguir su trayecto. Ni tan siquiera mostraba el más mínimo intento de ayudar o interesarse por lo que podía haber sucedido que, por fortuna, no tuvo más consecuencia lesiva que un ligero rozón en la pierna del ciclista.

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         Pero esto de que no me des problemas que me aturdes es una clara manifestación de en qué nos hemos convertido, y no vayamos muy lejos porque próximos a nosotros descubriremos claros ejemplos de esta situación. Porque como ya dijeran eruditos filósofos, “los otros son mi infierno” (Jean Paul Sartre), o “El hombre es un lobo para el otro hombre” (Thomas Hobbes).

Two Seated Men Looking at Each Other --- Image by © Images.com/Corbis

        El resultado de este proceder no es otro que el que vivimos y divisamos desde la política hasta las relaciones laborales, familiares o personales de cualquier índole, todas ellas influenciadas por ese proceder que hace primar el “ego”, lo personal, sobre lo colectivo. Competir para sobrevivir por encima de los demás, adquirir cuanto más poder mejor para dominar, evitar compartir, y otras muestras más de ese exponencial y frenético deseo de ser único y más que nadie.

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       Tan es así que se ha convertido en un dicho muy extendido ese de que “o estás conmigo o estás contra mí”, donde claramente se vislumbra que queremos imponer el individualismo para que las cosas se hagan como deseamos y la opinión del otro estorba sobremanera. Al prójimo se le busca para hacer adepto a nuestra causa. Y esto se convierte ya en una lección magistral para que sea aprendida por todos. Discrepar de nuestro vasallaje es simplemente mostrarse como un “enemigo en potencia”, al que hay que erradicar por todos los medios al alcance. La sociedad atomizada hace que impere la ley del más fuerte, con individuos depredadores.

        Es difícil sobreponerse a un estado en el que cuando se habla encuentras a otros pensando de inmediato como rebatir tus razonamientos. Eso de la buena comunicación, de hablar y escuchar, de querer llegar a acuerdos aunque sea reconociendo que no estamos de acuerdo es un mero deseo infructuoso de que aflore una buena convivencia presidida por una cordial comunicación.

        No cabe duda que si nos paramos a pensar lo que estamos haciendo y cómo actuamos, posiblemente nos demos cuenta que mejor sería revitalizar las relaciones con los que nos rodean, buscando una cultura donde hablar sea la herramienta fundamental para generar vínculos y acercamientos.

         Romper el egoísmo personal para intentar ayudar a los que nos necesitan será sin duda el gran reto al que se enfrenta la humanidad. Porque el problema de los demás puede que mañana sea el nuestro. Así que más vale que actuemos con los demás de la misma manera que nos gustaría que lo hicieran con nosotros.

2 comentarios en “La polarización del actuar humano: conmigo o contra mí

  1. Vashra

    Y sin embargo, estamos tan arraigados a nuestro egoísmo e individualismo que romperlo será un milagro. Quizás porque alguien dará el primer paso, o porque nuestra desesperación estará en su mayor expresión que actuaremos como último recurso, este hecho puede cambiar nuestra naturaleza moderna o simplemente volver al mismo círculo vicioso luego de que el problema desaparezca. Hoy en día hemos creado muchos problemas como sociedad que enfrentarnos al monstruo que creamos será un acto de rebeldía…al etapa en que eso ocurra, volver a ser una sola raza humana, habremos alcanzado los pies de la felicidad…solo decía 🙂

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