Cuando tenemos esa sana costumbre de pasear por las localidades en que vivimos, y reparar con todo lo que se nos pone al alcance, puede advertirse que la cotidianeidad te llega a una cierta familiaridad con clásicos y originales elementos que aparecen en todo sitio. Incluso en las localidades de mayor dimensión ocurre lo mismo pues, al fin y al cabo, todo acaba reduciéndose en el entorno donde desenvuelves la vida, que siempre es más reducido. En definitiva, cuando te paras a pensar en ello, observas que no solo lo material acaba apareciendo como tuyo (de ahí la sana crítica -o no- que hacemos a cualquier alteración que veamos), sino también una serie de iconos humanos que abundan y no faltan para dar emoción a la escena.
Sobre estos últimos voy a centrar ahora mi atención, a los que me atrevo a clasificar en torno a diez grupos, sin ánimo excluyente pues a buen seguro se ocurrirán otros más a los que yo no he tenido oportunidad de llegar o no habrá merecido la atención precisa como para recordarlo.
1. Los peregrinos que te escaman. Son aquellos que sin raíces en el lugar, se les ve que cabalgan en tierras extrañas y que si ahora están aquí es para tratar de invadirlas con «sus historias». Nuevos en la plaza, vamos. Abundan y te producen un cierto resquemor porque esas historias que cuentan son, la mar de las veces, meros cuentos para sacarte los cuartos. Si se mantienen en la ciudad durante un tiempo llegas a ver que el discurso y la puesta en escena se repite una y otra vez y el castillo va poco a poco deshaciéndose. Seguro que cuando sienten este momento emigran a otro puerto.
Ves así a esa persona que con un pan en la mano te pide ayuda económica para poder acompañarlo de algo más sólido. Al que te muestra unas monedas y siempre faltan unos céntimos para completar el precio del pan que quiere adquirir o para el billete de autobús. Al que aparece con un letrero indicativo de una familia desamparada. Algunos atrevidos se hacen acompañar de criaturas para ablandar el corazón. Al final, como en este mundo hay lo que hay, hacen que muestres tus reparos. Y posiblemente puedan pagar justos por pecadores pero bien parece que estos predominan.
2. Los perpetuos paseantes. Se trata de ese tipo de personas que, como yo digo, aparecen al igual que Alfred Hitchcock en todas las películas. Siempre los ves caminando por las calles como algo natural y tras unos meros cruces, la cosa se hace tan corriente que acabas rindiendo un saludo al «amigo de la calle«. Ya los tienes en el escenario, incluso algunos ocupan sitios que consideran como suyos para encontrar acomodo y disfrutar del merecido descanso. Ocurre que cuando pasa tiempo sin verlos en los recorridos o en los lugares de estancia transitoria, empiezas a preocuparte. Prueba del cariño que produce la presencia.
3. Los grupos de tertulianos. Jubilados o no, en ciertos lugares encuentras a ese grupo de personas que charlan y charlan sobre este mundo, por supuesto para tratar de arreglarlo. Ciertas cafeterías o parques son siempre lugares clásicos para estos personajes que emulan las generaciones de escritores, ensayistas y poetas españoles que dieron fama a estos encuentros, claro que en este caso bien parece que no tan ilustrados.
4. Los gorrillas. Esto ya es de nota. No hay calle que no tenga un dueño de los aparcamientos. Alguien que «te facilita» el lugar desocupado para que aparques tu vehículo y, como es natural, te pide religiosamente que pagues el que más se parece a un impuesto revolucionario. Lo de religioso es porque se pide la voluntad, pero no seguir este dictado te mosquea sobremanera por aquello de lo que pueda ocurrir. Una presión agobiante.
Cuando el estacionamiento no es aislado, sino que día a día lo ocupas por encontrarte en el lugar de trabajo y del domicilio particular, para que pueda llegarse a un entente que resuelva la situación se llega a una especie de negociación con el individuo de que se trate. «Hoy te doy pero todos los días no puede ser», en clara petición de súplica.
5. Los músicos y actores. Una atracción que no puede faltar. Ocurre que en este elenco de personajes los hay que incluso te resulta atractivo y simpático, por aquello de que muestran facetas artísticas dignas de resaltar y que utilizan las calles para conseguir un dinerillo que les ayude a persistir en su empeño vocacional; otros, en cambio, te hacen perder la paciencia. Ves venir al del acordeón con su señora y se acabó la conversación que agradablemente mantenías en un lugar público. Si no echas rápidamente mano al bolsillo, los tímpanos van a decirte lo que hay.
6. Los vendedores de humo. Los llamo así porque siempre te hacen ver que la suerte está contigo y te vas a perder la ocasión de tu vida para hacerte de un dinero extraordinario. Los loteros, con esos números que te refriegan por delante, y los vendedores de cupones, en esa apreciable obra que beneficia a personas no tan agraciadas, pero que, como tienen sus recorridos establecidos, siempre los encuentras en el camino.
7. Los que ponen y quitan las calles. Me refiero a esos trabajadores que lavan la cara a la ciudad y recogen lo que dejamos a nuestro paso, y que también se hacen populares en el entorno que recorremos.
8. Los amigos y conocidos «de toda la vida». Son ese tipo de personas que ves día a día, amigos y conocidos de siempre, y que de vez en cuando te hacen reparar en el cambio físico que han experimentado. Seguro que aunque estemos en «la misma quinta» pensamos para adentro que nosotros no estamos igual, por supuesto por considerar que tenemos un mejor físico. Más jóvenes, vamos.
9. Los clásicos «a extinguir». Voy a incluir aquí a estos afamados trabajadores que practican un oficio «a extinguir», cual puede ser el de limpiabotas, y que todavía pueden verse en algún sitio, en personas que ya muestran las secuelas del tiempo y que hacen ver que esto parece el final de un trabajo, para muchos humillante y para otros un medio de vida hecho con total decoro.
Normalmente compaginan este trabajo con la venta de lotería. Y, como puede advertirse, un día quedan con esta última faceta pues los años no perdonan.
10. Los vagabundos, indigentes y altruistas de fiar. Son aquellas personas que, cada uno por una circunstancia particular, se ven en una situación desfavorecida o simplemente creen en el mundo de la plena utopía y muestran su faceta frívola o fantasiosa, y que se encuentran en todas las localidades. Cuando los clasifico como de fiar es porque si llevas bastante tiempo viendo y observándolos, claramente ves que, por lo general, son personas nobles, algunas con un curioso pedigrí familiar o profesional, que tras la fisonomía externa muestran una faceta interna que te resulta impactante. Acercarte a ellos y charlar siempre te hace aprender de la vida, y si profundizas te ves sorprendido por lo que tienen detrás. Algunos parecen que han perdido la cabeza pero adviertes que están más cuerdos que tú, y que si existe alguna diferencia es meramente por las circunstancias que vive cada uno.
Se mantienen en el tiempo y, un buen día, desaparecen del mapa. No se sabe por qué. No siempre hemos de pensar que ocurre lo peor, pero lo cierto es que dejan el sitio y, en esa curiosidad que muestra la vida, son suplidos por otros que vuelven a entrar en nuestro mundo cotidiano.
Ver a alguien que camina por la ciudad dando sus sermones públicos y gratuitos, o que pululan acompañados de perros y gatos que los siguen como seres fieles a quien les da cariño; a quienes toman determinadas zonas como suyas y no permiten intromisiones, resulta siempre curioso porque no siempre muestran la faceta de pedir. Otros, en cambio, los adviertes reservados al máximo, metidos en ese mundo al que les ha llevado la vida. No siempre estamos ante personas que se ven así por no encontrar empleo, que también, sino que puedes advertir que hay mucho de búsqueda de esta situación, por desesperación, por desilusión de la vida, por…sabe Dios qué circunstancia.
En definitiva, son protagonistas de la urbe que al igual que los edificios y lugares de interés, penetran en nuestra vida y resultan ser nuestros amigos de la calle.
muy bueno…. te falta uno que cada vez son más practicantes…. los «runners»….
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues sí, no faltan en las calles y cada día más.
Me gustaMe gusta