Reminiscencia de cuanto ha acontecido son las señales que los antepasados han dejado en las ciudades y que el tiempo mantiene para recuerdo perpetuo, salvo los penosos casos en que la mano del ser humano interviene para destruir aquello que solamente puede, esto es, lo puramente material. El resto irá desapareciendo o manteniéndose con cierta nebulosa por el paso de las generaciones en tanto el descuido deje reposar la memoria para afrontar por entero un presente que cabalga con ansia hacia la incertidumbre del futuro.
Pasear por las urbes con el deleite del minucioso repaso a lo que se presenta a la vista es siempre una de las situaciones que más satisfacción me produce, por aquello de que mi mente vuela para adentrarse en el pasado que ha posibilitado lo que ahora es realidad. No siempre tengo la oportunidad de entrar en todos los detalles que quisiera pero no esquivo el intento. Ante todo, y en particular en el lugar donde vivo, lo repaso cada vez con la mirada puesta en nuevos detalles. Lo visual permanece gracias a mi siempre grata compañera de paseo, la cámara fotográfica.
Muchos y variados han sido los aspectos que he comentado en anteriores entradas de los paseos a la ciudad que me vio nacer y que, por fortuna, constituye todavía mi lugar de residencia. Badajoz (Extremadura, España) bien merece este examen. Ahora le toca a los escudos heráldicos y esgrafiados que puedan advertirse, formando parte de edificios civiles, eclesiásticos u organismos oficiales. Cada uno con su belleza propia, y con su significado y símbolo representativo. Más de los que a priori pudiera uno pensar que existen. Valga este momento para su recuento, lo que no significa que pueda quedar alguno en el olvido por aquello de que la única guía que utilizo es la que recorre mis pasos, con el examen de lo que pueda encontrar y el estudio complementario para conocer algo más de lo que la vista ofrece.
Naturalmente que es el casco antiguo donde se agrupa esta riqueza artística. Bien parece que la modernidad es más prolija en construcciones que no encarezcan lo edificado, y ello hace eliminar cualquier sello de arte que no sea propia de las obras contemporáneas.
Comienzo en la parte alta de la ciudad, en la misma Plaza Alta que reflota belleza por doquier. En su esquema general obedece al diseñado en el siglo XVII y que quedó inconcluso al interrumpirse en 1703 con la Guerra de Sucesión española, perfeccionándose tan sólo un tercio de la misma (en concreto uno de los dos lados menores y parte de los dos mayores). Una arquitectura planificada al estilo renacentista y con decoración de tipo barroco, cuadrangular, llana y con amplio y diáfano espacio. La ornamentación de la plaza es única en el mundo, comprendiendo un conjunto de esgrafiados de varios diseños, aunque todos dan primacía a la geometría y juegan con arquitecturas fingidas, simulando sillares rectangulares de varios tipos con un colorido característico.
En el mismo entorno se encuentra un edificio emblemático de estilo mudéjar que fue en su momento la sede de las Casas Consistoriales (1500-1799), descubierto cuando se rehabilitó la zona. En el interior destacan los esgrafiados con leyendas de la época y los escudos reales policromados. En particular, y por ser el que mejor puede observarse, se encuentra el escudo real que preside la que fuera sala de audiencias, que se data en el periodo que media entre 1580 y 1640 por aquello que incorpora las quinas del Reino de Portugal, reinando Felipe II, Felipe III o Felipe IV.
En las inmediaciones se encuentra el Arco del Peso, llamado así por ser este lugar donde se medían y pesaban las mercancías y productos que se querían vender en el mercado. En las rehabilitaciones realizadas se han descubierto dos escudos al fresco policromados, uno en cada lateral y virados para mirarse entre sí, conteniendo cada uno de ellos un león rampante, símbolo heredado del antiguo reino que conquistó nuestra ciudad en 1230.
La proximidad de la Alcazaba hace que pasamos a su interior por la puerta almohade del siglo XII, llamada del Capitel por lucir sobre ella, embutido en la mampostería del segundo cuerpo almenado, un capitel romano de orden corintio reaprovechado.
Ya en el interior de la Alcazaba vemos, en primer término y a mano izquierda el edificio que hoy alberga el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, de antaño palacio de familias nobles (erigido entre finales del siglo XIV y principios del XV) que habitaron en el interior de la Alcazaba tras la reconquista cristiana. En el edificio reformado desde que en 1972 se ubicara el Museo se encuentra, en la puerta principal de acceso, un escudo de los Condes de la Roca. Por otro lado, se mantiene un esgrafiado en la ventana del primer piso de la parte izquierda de la torre, que representa a un dragón que se traga a un hombre del que sólo se ve parte del cuerpo y las piernas.
Del valioso patrimonio que integra el contenido de este Museo voy a destacar ahora, en lo que interesa a este estudio, el escudo de Badajoz que procede del Puente de Palmas donde formaba conjunto con una inscripción (perdida), un escudo de Felipe II y otro del Corregidor don Pedro Hurtado de Mendoza. El conjunto fue erigido para conmemorar la construcción del puente en 1596.
En el cartel que le acompaña se refleja que el escudo de Badajoz contiene elementos importantes de su trayectoria histórica. El león representa al reino que reconquistó la ciudad; la corona que tiene puesta es símbolo de su estatuto jurídico de ciudad de realengo (dependencia directa del rey); y la columna de Hércules con el lema Plus Ultra (más allá) es el símbolo heráldico personal del emperador Carlos V, que se incorporó al emblema de la ciudad a partir de las primeras décadas del siglo XVI, representando el carácter fronterizo de la ciudad.
Más adelante, encontramos dos edificaciones recientemente restauradas. Una, la torre que únicamente ha quedado del Palacio de los Acevedos, en la que está visible en su exterior el dibujo de un árbol y la cabeza de un lobo o un perro y, otra, la torre de Santa María del Castillo, con los restos de la fuera la primitiva Catedral de Badajoz, erigida sobre una antigua mezquita árabe tras la conquista cristiana de 1230. En este caso se trata, en realidad, de dos torres adosadas construidas en mampostería de piedra, luciendo una de ellas un relieve de mármol de Santa María con el niño y debajo el escudo de Lorenzo Suárez de Figueroa, que costeó su realización y se enterró en la misma. La torre de menor altura fue promovida por el obispo de Badajoz Juan de Morales, entre 1418 y 1443, cuyo escudo luce en el exterior.
Saliendo por otra de las puertas de la Alcazaba, la del Alpéndiz, puede advertirse en el lienzo de la muralla abaluartada (Semibaluarte de San Antonio) el escudo del conde de Montijo atribuido tradicionalmente a lord Wellington. El conde de Montijo fue Capitán General de Extremadura e impulsor de la construcción de la muralla abaluartada a finales del XVII.
Volvemos atrás para acudir al sur de la Alcazaba, en el llamado zona del Campillo y frente a la calle del Castillo. Se encuentra allí la puerta de Mérida, que aunque fuera respetada al levantarse la muralla abaluartada, quedó cegada al utilizarse las canteras de piedra que se encontraban delante de ella para aprovecharla en la construcción de la muralla. La puerta está formada por una rosca de medio punto construida con sillares, en cuyo exterior se remata con un nuevo escudo del conde de Montijo y otro de Carlos V. Este último escudo nos indica la fecha inicial de construcción de la puerta en el siglo XVI, mientras que el del conde de Montijo respondería a remodelaciones o reconstrucciones del siglo XVII.
En las cercanías se encuentra el edificio de La Galera, justo al lado de la emblemática Torre de Espantaperros. Un complejo ajardinado de bella factura en el que se encuentra un edificio del siglo XVI que ha tenido los más diversos usos: ayuntamiento, depósito de trigo, hospicio, cárcel de mujeres, escuela y museo arqueólogico. Destaca en su fachada el escudo que tiene de Badajoz, situado sobre la entrada principal, y que es considerado el más antiguo que aún se conserva, y que originalmente estaba en la huerta del manco, una zona cercana al río Guadiana.
Debajo del escudo se observa una inscripción con el siguiente texto: ES….TECAMI/SEHIZOENELANODE (interpretado como “este camino se hizo en el año de…”).
Tomando la calle Brocense bajamos a la bifurcación entre la calle Moreno Zancudo y la de San Juan que sigue hasta la Plaza de España. En Moreno Zancudo queda una reliquia de escudo que denota la presencia eclesiástica en toda esta zona; se trata del escudo del Cabildo Catedralicio, representado por el cordero con la cruz.
La cercana plaza de Santa María nos acerca a un templo que ahora se encuentra en plena restauración. Se trata de la iglesia de Santa Catalina que, en su origen, formaba parte del Convento de Monjas Agustinas de Santa Catalina, fundado en 1515 y ocupado por las monjas hasta 1623. Después de ser ocupado por la compañía de Jesús hasta su expulsión con Carlos III, se instaló allí la iglesia de Santa María la Real hasta su traslado a la actual iglesia de San Agustín con la desamortización de Mendizabal. Desde entonces este lugar pasó a ser propiedad privada para albergar en la segunda mitad del siglo XX una fábrica de ladrillos y baldosas hidráulicas. Afortunadamente, la joya patrimonial fue recuperada por el Ayuntamiento de Badajoz en 2013.
En su fachada, y en el tímpano del frontón que remata la puerta principal se encuentra el escudo de mármol con la Corona Real. Un escudo con bordura que acoge escudete con flores de lis, y en los cuarteles destacan las armas de Castilla y León.
De vuelta al trayecto que sigue por la calle San Juan nos encontramos con la iglesia de la Concepción, cuyo pórtico nos ofrece algunas muestras de escudos en los que reparar. Las dos portadas de cantería labrada de típica ejecución portuguesa presentan escudos de la orden franciscana enmarcados por rocallas. Y sobre ellas se abren dos hornacinas, entre las cuales se destaca un magnífico escudo en mármol de Manuel Godoy, el que fuera favorito y primer ministro del rey Carlos IV.
Su aparición en este lugar obedece al hecho de que fue nombrado patrono y protector perpetuo del Convento de San Gabriel, que se encontraba en este lugar. Suponía que Godoy tuviera que satisfacer una dotación anual de 300 ducados (3.300 reales de vellón), de los cuáles 200 eran para el convento y 100 para la enfermería. Además se comprometía Godoy a hacerse cargo de cualquier cosa que ocurriera a la fábrica de la iglesia convento, tal y como consta en documento notarial fechado en 1796.
En el número 10 de la calle San Juan, un bello edificio culmina con un escudo de Badajoz, incorporado al catálogo de elementos protegidos del Plan General Municipal de 2003.
En la paralela calle de Donoso Cortés también se advierte un escudo de la Cámara Oficial de Comercio e Industria. Aunque en la actualidad la Cámara tiene una sede social en otro lugar, la presencia del escudo en este obedece a que así lo fuera desde el 31 de diciembre de 1923 a 1 de enero de 1973. Queda, pues, este recuerdo en lo que hoy constituye una vivienda de propiedad privada.
continuará en «Escudos y esgrafiados de la ciudad de Badajoz (II)»
buena e interesante recopilación
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